Mucha pobreza y muchísima riqueza
No es novedad que en la Argentina hay muchos pobres, pero ahora se sabe oficialmente que el 32,2 por ciento de la población está por debajo de la línea de pobreza. Para una familia tipo, eso significa que sus ingresos mensuales no llegan a 12.500 pesos, que es el costo de la canasta básica que elabora el Indec.
Mientras que de la pobreza se habla y se discute mucho, de la riqueza casi nada. Alguien podría pensar que eso se debe a que el problema es la pobreza y no la riqueza. Pero ambas realidades son parte del mismo problema: la injusta desigualdad en la distribución del ingreso y de la riqueza.
Era sabido que en la Argentina hay siete personas con un patrimonio neto superior a los mil millones de dólares, según surge de rankings e informes elaborados por Forbes, Bloomberg y la consultora Wealth X. Se trata de Paolo Rocca, Alejandro Bulgheroni, Eduardo Eurnekian, Gregorio Pérez Companc, Alberto Roemmers, Jorge Brito y los beneficiarios de la herencia de Amalia Fortabat. Se presume que Javier Madanes Quintanilla, del grupo Fate-Aluar, la familia Sielecki (laboratorios), la familia Blaquier y Eduardo Costantini (Nordelta-Consultatio-Malba) también integrarían esa elite, pero no figuran en ningún listado.
También era sabido que en la Argentina hay 1.040 Ultra High Net Worth Individuals (individuos con riqueza neta súper alta), una categoría que comprende a las personas con un patrimonio neto superior a los 30 millones de dólares. Según Wealth X disponen en conjunto de 140.000 millones de dólares de riqueza neta, a razón de 135 millones de dólares en promedio.
Y ahora también se sabe cuántos argentinos tienen más de un millón de dólares. El informe sobre riqueza en el mundo que acaba de publicar la consultora con sede parisina Capgemini revela que en el país hay 114.000 personas que poseen más de un millón de dólares en activos en condición de ser invertidos, lo que excluye la residencia primaria y los bienes de consumo durables.
El estudio destaca que por primera vez hay más riqueza en la región Asia-Pacífico que en América del Norte. Del total mundial de 15,4 millones de millonarios, 5,1 millones viven Asia-Pacífico, 4,8 millones en América del Norte y medio millón en América Latina. También muestra que la riqueza que acumulan los millonarios del mundo asciende a 58,7 billones (millones de millones) de dólares, de los cuales 7,4 billones son propiedad de latinoamericanos.
Si bien el informe de Capgemini no cuantifica la riqueza que tienen los 114.000 millonarios argentinos, se la puede estimar suponiendo que tienen la misma riqueza promedio que América latina, que es de 14,8 millones de dólares. De eso resulta que los millonarios argentinos poseen 1,7 billones de dólares. Para tener noción de magnitud, es un monto equivalente a 53 veces las reservas del Banco Central.
A partir de ese monto también se puede calcular cuánto podría recaudar la AFIP si todos los millonarios pagaran el impuesto a los Bienes Personales por el total de su fortuna. Con la actual alícuota del 0,75 por ciento se recaudarían 12.750 millones de dólares anuales, que al tipo de cambio vigente se convierten en 198.000 millones de pesos.
Ese dinero alcanzaría para asistir con 15.200 pesos por año, es decir con unos 1.250 pesos por mes, a cada uno de los 13 millones de argentinos pobres. Lo que para un hogar tipo significaría un refuerzo presupuestario de 5.000 pesos mensuales. Con ese adicional, un muy considerable número de personas quedaría reubicado por encima de la línea de pobreza de 12.500 pesos.
Pero el impuesto a los Bienes Personales, el único en la estructura tributaria que grava al patrimonio, está a años luz de recaudar 198.000 millones de pesos: el año pasado juntó 18.200 millones, y en los primeros nueve meses de este año 16.167 millones. Cifras ridículamente pequeñas que evidencian una de las varias causas que tornan regresivo al sistema impositivo.
Para peor, en lugar de apuntar a fortalecer la recaudación de Bienes Personales, el Congreso votó por su debilitamiento. En la ley ómnibus que aprobó el blanqueo, el reconocimiento de deuda con jubilados y una mejor liquidación de haberes, también se estableció una fortísima reducción de ese impuesto. Por un lado, los contribuyentes que cumplieron sus obligaciones correspondientes a los años 2014 y 2015 quedaron eximidos de pagar por el trienio 2016-2018, con el argumento de que se trata de un premio compensatorio del beneficio obtenido por los evasores que blanqueen. Además, se unificaron las alícuotas y se fijó un cronograma de disminución hasta llegar a una muy baja de 0,25% para 2018. Todo esto con la aprobación de buena parte de los legisladores opositores.
Mientras aquí se da una penosa discusión entre el oficialismo y la principal fuerza opositora acerca de cómo se reparte las responsabilidad por el 32,2 por ciento de pobreza entre el actual gobierno y el anterior, Capgemini pronostica que la riqueza de los millonarios del mundo crecerá 80 por ciento en los próximos diez años hasta alcanzar los 106 billones de dólares. Y en base a eso dice que los “wealth managers” que administran las grandes fortunas privadas tienen una brillante oportunidad para aumentar su negocio, puesto que actualmente solo manejan un tercio de esa riqueza.
Sobre los “wealth managers”, profesión que supo ejercer Alfonso Prat-Gay, la socióloga egresada de Harvard Brooke Harrington publicó hace unos pocos meses un libro titulado Capital without Borders - Wealth Managers and the One Percent (Capital sin frontera - Los administradores de riqueza y el uno por ciento). Tras una investigación de ocho años que incluyó un curso en el que se graduó de “wealth manager”, Harrington cuenta cómo esos abogados, contadores, economistas y banqueros (calcula que en el mundo hay unas 20.000 personas que realizan esa tarea) protegen la fortuna de sus clientes millonarios de las autoridades impositivas mediante el diseño de complejas y multinacionales estructuras de trust, fundaciones y empresas offshore.
Harrington, actualmente profesora en la Copenhagen Business School, afirma: “Las técnicas de los wealth managers no solo logran que los ricos sean más ricos; también causan que los pobres sean más pobres. Cuando esos profesionales ayudan a sus clientes millonarios a evitar el pago de impuestos, los pobres –y la clase media– sufren el costo, directa e indirectamente. Indirectamente, a través de una disminución en los servicios públicos como educación, salud y transporte, que son claves para el bienestar y la movilidad social ascendente. El costo directo deriva de los impuestos que pagan de más por ser contribuyentes honestos”
Revista Veintitrés