Por qué es central para EEUU mantener a Taiwán bajo su mando y lejos de China

Gabriel Merino


Taiwán no es una colonia formal de los Estados Unidos, ni una isla en el Pacífico que domina en términos formales como Guam. Sin embargo, la también conocida como isla de Formosa, ubicada en un estrecho estratégico donde se concentra buena parte del comercio mundial, juega un papel central en el diseño geopolítico de Estados Unidos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Especialmente desde que en 1949 la derrotada burguesía china representada por el Kuomintang es derrotada por las fuerzas comunistas y se refugia en dicha isla.

La guerra en la Península de Corea entre 1950 y 1953 terminó por dibujar fronteras geoestratégicas invisibles pero muy reales, que hoy están completamente borroneadas.

Hay tres razones fundamentales que debemos considerar para entender los elementos por qué para Estados Unidos es un imperativo estratégico perpetuar el control (informal) de Taiwán y mantener la isla de 36 mil km cuadrados y 23 millones de personas alejada de Beijing —aunque se encuentre a sólo 160 km del continente. Estas resultan centrales en su política de contención contra China.

La primera es mantener el control de las dos cadenas de islas/bases que rodean al gigante asiático y bloquean el acceso directo a los océanos.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, la hegemonía estadounidense en los mares -constituyéndose Estados Unidos en la nueva cabeza del imperio talasocrático anglosajón- se tradujo en el establecimiento de dos cadenas de islas/bases para rodear y contener a China.

Taiwán es un eslabón central en la primera cadena de islas/bases bajo el comando estratégico de Washington, que se inicia desde el norte en Jinhae (Corea del Sur). La tensión sobre la primera cadena incluye la disputa por las islas Senkaku/Diaoyu y hacia el sur el archipiélago Spratly/Nansha y las islas Paracelso. Si Beijing consigue recuperar el control de la Isla de Formosa, quebraría esta primera cadena y conseguiría el acceso directo al Pacífico, consolidándose como potencia marítima.

La transición de poder del Atlántico Norte hacia el Pacífico occidental y el ascenso de China en particular ha cambiado el mapa del poder mundial. China lidera con claridad la región Asia Indo-Pacífico en la órbita económica, donde se concentra el principal núcleo de acumulación de la economía global.

Esta realidad se formalizó con la puesta en vigor este año del mayor acuerdo de comercio e inversiones en el planeta, la Asociación Económica Integral Regional (conocido como RCEP por sus siglas en inglés), que fue impulsado por Beijing en 2012 (en paralelo al impulso del fracasado TPP liderado por EEUU contra China). El RCEP involucra a países que representan 30% del PIB e involucra a un tercio de la población mundial.

A esta clara fortaleza económica se le suma la capacidad militar de China en la región, acelerada dramáticamente en los últimos años, por la cual quebró la primacía estratégica estadounidense en el Pacífico occidental. Esto lo admite el propio Pentágono e informes del Congreso de EEUU publicados en 2020 (https://fas.org/sgp/crs/row/RL33153.pdf). La proyección es que esta tendencia se profundice notablemente hacia 2025.

Como parte de este avance estratégico en la región, Beijing estableció en 2013 una Zona de Identificación de Defensa Aérea (ADIZ) del mar de China Oriental (que incluye Taiwán) y en 2021 estableció una ADIZ en el Mar del Sur de China. Esto lo desarrollamos en un trabajo en donde justamente abordamos en relación al ascenso de China, la agudización de contradicciones estructurales en el sistema mundial y el desarrollo de una Guerra Mundial Híbrida y Fragmentada que tiene como uno de sus focos Asia Pacífico en general y Taiwán en particular (https://thetricontinental.org/es/argentina/chinacuaderno3/).

La segunda razón fundamental por la cual Estados Unidos debe mantener a Taiwán alejada de le Beijing es para evitar que la «inevitable» re-unificación de la isla con China continental -en línea con las tendencias históricas de la actual transición de poder- otorgue al gigante asiático el control de una tecnología estratégica para la economía mundial: los semiconductores.

En Taiwán, Corea del Sur y China se producen el 84% de los semiconductores del mundo. La principal empresa en la rama es la taiwanesa TSMC -Taiwán Semiconductor Manufacturing Company-, seguida por la surcoreana Samsung. TSMC será responsable del 24% de la producción global de microchips (2020) y del 92% de los chips más avanzados en supercomputadoras, iPhones y la IA de los autos, según datos de Capital Economics.

China y Taiwán son completamente interdependientes en materia económica. De hecho, TSCM tiene dos grandes plantas en China, en Shanghai y Nanjing, para abastecer al gran taller industrial del mundo. Recordemos que el producto industrial de China es igual a la suma del producto industrial de Estados Unidos, Alemania y Japón, los tres grandes núcleos industriales del Norte Global.

Por otra parte, Beijing está retrasado en la rama, ya que todavía no produce con empresas propias, los semiconductores más avanzados, pero viene achicando la brecha a grandes pasos, lo que preocupa enormemente al establishment estadounidense, que también quedó un tanto retrasado después de años de liderar esta tecnología.

La tercera razón fundamental que tiene Washington es obstaculizar el restablecimiento de la integridad territorial de China, colonizada y fragmentada por el imperialismo desde el siglo XIX y la guerra civil que culminó con la revolución de 1949. De hecho, Estados Unidos opera sobre todos los conflictos internos chinos en nombre de los “derechos humanos», como en el Tíbet, Hong Kong y Xinjiang.

Taiwán es el último gran paso para el restablecimiento de la integridad territorial de China, clave en la legitimidad del PCCH y uno de los objetivos fundamentales desde la revolución comunista de 1949 protagonizada por las masas campesinas pobres que 70 años después lidera una de las principales potencias mundiales. Ello está estrechamente ligado con el orgullo nacional: superar el «siglo de humillación» y recuperar su lugar central en Tianxia (todo bajo el cielo).

- Gabriel Merino, es Sociólogo, Doctor en Ciencias Sociales investigador de FaHCE-UNLP, CONICET y CLACSO.

 

Noticias Pia - 4 de agosto de 2022

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