Por más riqueza y empleo

El plan que presentó el Gobierno es el producto de once foros sectoriales en el que participaron todos los actores involucrados. El objetivo es crecer a un 5% anual y crear un millón y medio de nuevos puestos en ocho años.

El martes pasado, en la ampliación de la planta industrial de la empresa Corven, en Venado Tuerto, la presidenta Cristina Fernández presentó el Plan Estratégico Industrial 2020, que al igual que lo hiciera un mes atrás con el Plan Estratégico Agroalimentario, plantea metas de crecimiento para el sector, enfocando a la creación de nuevos empleos y a la renovación tecnológica. El plan es el resultado del trabajo de once foros sectoriales en los que participaron los diferentes actores sociales del sector: empresarios, obreros, investigadores y funcionarios. “Los foros platearon un debate participativo y federal en los que hemos acordado una estrategia con todos los sectores productivos que nos permitirá profundizar el proceso de reindustrialización iniciado en el país en 2003”, sostiene la ministra de Industria, Débora Giorgi. “Este debate y las políticas planteadas nos permitirá capitalizar las oportunidades que nos brinda el mundo, como país emergente, en el nuevo contexto internacional”, completa.

Los objetivos que se traza el plan son llegar a un crecimiento anual del 5 % del PBI y del 7 % en el caso del productor industrial. Con respecto a la balanza comercial aspira alcanzar para 2020, 167.000 millones de dólares de exportaciones y 139.000 millones de dólares en importaciones. En el plano laboral, las metas son reducir el desempleo al 5 % a partir de la creación de un millón y medio de nuevos puestos de trabajo. En cuanto a la inversión, el objetivo es que para 2020 llegue a representar el 28 % del PBI.

Tanto los objetivos del plan como las conclusiones fueron plasmados en un libro que expresa los nueve acuerdos generales alcanzados por todos los participantes de los foros, que atraviesan todos los sectores y que son la columna vertebral de la política industrial en los próximos 10 años, ya que establecen cómo alcanzar esos objetivos. Tal como se señala en el prólogo, “se trata de mantener un Estado presente que planifique estratégicamente la política industrial con una visión de país, el sostenimiento de un mercado interno pujante alentando la inversión y preservado de la competencia desleal y dar un salto exportador en nuestra industria fortaleciendo las ventas con mayor valor agregado, más integración productiva y más comercio regional y sur-sur”.

También se resalta la relevancia de industrializar la ruralidad y federalizar la industrialización a través de la agregación de valor a las materias primas en origen, crear nuevos polos productivos en todas las provincias e impulsar la radicación de industrias y pymes en cadenas traccionadas por los recursos naturales, generando un tejido industrial denso en el territorio.
Los otros acuerdos incluyen la necesidad de tener una adecuada provisión de insumos difundidos (aceros especiales e inoxidables, termoplásticos, químicos, pasta celulósica, etc.) a escala y precios competitivos, desarrollar la industria de equipos, insumos y servicios para las materias primas agropecuarias y minerales, profundizar la financiación a medida de cada uno de los sectores y desarrollar recursos humanos de calidad e incorporación de innovación, diseño y marketing.

En tanto, las estrategias sectoriales van desde la creación de herramientas de financiación específicas a cada sector, a la defensa contra la competencia desleal, sustituir importaciones y, en ese contexto, fomentar la llegada de empresas mundiales para fabricar en el país. El Plan incluye profundizar la creación de polos productivos regionales y promover la incorporación de tecnología e innovación, entre otras iniciativas. En ese sentido, Giorgi destaca la política que viene llevando adelante su cartera en la creación de parques industriales. “Antes, la gente usaba los parques para aprender manejo o jugar al fútbol, porque estaban casi abandonados. Desde el 2003 hasta hoy creamos 200 parque más que le dieron espacio a 5.500 nuevas pymes y generaron 160.000 puestos de trabajo”, señala.

Objetivos.
En los foros de cada sector se establecieron objetivos de producción y de generación de empleo para 2020. Así, en el caso del sector avícola se proyectó producir 3,1 millones de toneladas, lo que representa un 91 % más respecto al año pasado y 50.000 nuevos empleos, un aumento del 25 %. En el sector lácteo, las estimaciones son de elevar la producción en un 76 % y llegar a los 43.000 empleos, 2.000 más que en la actualidad. Para el calzado, el objetivo es llegar a los 200 millones de pares, 90 % más que el año pasado y generar 12.000 nuevos empleos. Textil e indumentaria es uno de los rubros que presenta mayor dinamismo ya que la meta es aumentar un 157 % la producción y crear 250.000 empleos. El sector automotriz también seguirá creciendo velozmente, con un 164 % más de producción y 300.000 nuevos puestos de trabajo. En bienes de capital, es donde se espera el mayor salto de producción, con un aumento del 290 % y 44.000 empleos nuevos.

Repercusiones.
Diferentes cámaras empresarias ligadas a la industria expresaron su apoyo al plan oficial. El titular de la Unión Industrial Argentina, José Ignacio de Mendiguren, sostuvo que “para la industria, las medidas son a largo plazo; por eso la primer señal importante es que el Gobierno convoque a pensar a diez años por delante”. Destacó que “del plan participaron todos los actores de la cadena productiva”.
La Confederación General Empresaria (Cgera) también ponderó los lineamientos del plan. Marcelo Fernández, presidente de la entidad, destacó la posibilidad de participar en los foros de discusión. “Hemos trabajado codo a codo con el Gobierno, otros empresarios, trabajadores y especialistas para confluir en un diagnóstico que evidentemente ha permitido a las autoridades plantear estas metas ambiciosas, posibles y alentadoras”. Fernández también destacó el rol que puede cumplir el sector que representa en este nuevo plan a largo plazo. “Las pymes nacionales y la burguesía argentina serán el principal socio del Gobierno y el motor de la estrategia para alcanzar los objetivos planteados”, aseguró.
Otro de los que resaltó los objetivos del plan fue el presidente de la Federación de Industriales Santafesinos, Carlos Bertone. “Estamos satisfechos porque ahora hay un plan industrial a 10 años que fue construido con empresarios, trabajadores, Estado y más de 20 universidades”, sostuvo el directivo.

El “neo-desarrollismo” suramericano, entre esperanzas y resistencias populares

No es el panorama ni el curso histórico que muchos analistas previeran para Suramérica hasta un par de años atrás. Pero es al que tienden crecientemente en su evolución, de una u otra manera, la mayoría de los países de la subregión: la adopción de proyectos de crecimiento de más amplia base, que liderados desde el estado pretenden dinamizar la actividad económica al mismo tiempo que superar la pobreza y la desigualdad. Una búsqueda que se apoya en las tendencias que se verifican en la realidad política y económica internacional de los últimos años, en las estructuras políticas, económicas y sociales con que se cuenta en cada país y en las correlaciones de fuerzas sociales y políticas que se han ido creando.

Una opción “neo-desarrollista” que, por lo mismo, no cuenta con las mismas perspectivas ni significado para cada uno de los países suramericanos, dada la muy diversa complejidad estructural que tienen en lo económico-social, por una parte, y la diversidad de su desarrollo político-institucional, por otra. Pero que en lo inmediato se presenta favorecida para todos, por los influjos que hacia la sub-región llegan desde los ajustes que experimenta el sistema capitalista internacional en su actual fase de crisis y por el posicionamiento que en esa situación ha ido tomando Brasil, convertido no sólo en la séptima economía industrial del planeta, sino en la potencia hegemónica y articuladora de lo que empieza a proyectarse políticamente como un bloque regional.

VI Jornadas latinoamericanas de estudios sociales de la Ciencia y la Tecnología (ESOCITE)

El objetivo de este trabajo es proponer un conjunto de conceptos socio-técnicos: resignificación de tecnologías, conocimientos genéricos, estilo socio-técnico, trayectoria socio-técnica, particularmente útiles para la comprensión de procesos de diseño, producción y utilización de tecnologías en América Latina.
La aplicación de esta serie de conceptos sobre un set de casos paradigmáticos (una selección de empresas latinoamericanas que desarrollaron actividades tecno-productivas entre 1960 y 2005, correspondientes a los sectores metalmecánico, biotecnológico, nuclear, aeroespacial) ha permitido tanto testear su potencial explicativo, como evaluar su competencia para la construcción de algunos significativos hechos estilizados.

Decenas de miles salieron a ocupar Wall Street

Decenas de miles de personas salieron ayer a las calles de Nueva York en apoyo a “Ocupar Wall Street”, el movimiento social que reclama un cambio general en la política económica actual y que tomó renovada fuerza el sábado pasado, luego de que la policía arrestara a setecientos manifestantes en el puente de Brooklyn. Sindicatos, estudiantes y gente dispersa salieron a la calle como no lo han hecho en décadas para reclamar medidas económicas. La marcha paralizó buena parte del centro de la ciudad durante la tarde de ayer, con carteles demandando puestos de trabajo y mayores impuestos sobre el sector financiero.

El cartel más visto a lo largo de las treinta cuadras de Manhattan que recorrieron las distintas columnas decía simplemente “Somos el 99 por ciento”. El movimiento “Ocupar Wall Street” es tan genérico como incipiente, pero más allá de sus generalidades, ayer estaba marcado no tanto por demandas económicas aisladas como por la crítica casi sorprendida a la baja calidad democrática de un sistema de decisiones que parece volcado sobre el 1 por ciento que era objeto de insultos de los manifestantes. Los carteles impresos por las organizaciones convocantes, los improvisados, la mayoría de las consignas, parecían reafirmar la generalidad de la crítica como el punto fuerte del movimiento. “Estamos de pie por el cambio que votamos”, es uno de los más vistos, en manos de una masa considerable de votantes desencantados. “Trabajo ahora”, dice otro que repartió un sindicato, pero que se ve sobre todo en manos de manifestantes espontáneos, una pareja de veintipico que sale de trabajar, una señora de unos sesenta con un sombrero de esponja con la forma de la Estatua de la Libertad. “Puestos de trabajo, no recortes” (Jobs No Cuts), dice otro de los más vistos. “Los derechos de los trabajadores son derechos humanos”, decía otro que portaban los miembros del sindicato de trabajadores de Chinatown (que, al contrario de lo que sugiere, estaba poblado de una enorme cantidad de trabajadores hispanos).

Apretados en el vallado paranoico que montó la policía alrededor del edificio de la municipalidad, se juntan los carteles de unos y otros. Hay un 5 por ciento que reproduce todos los estereotipos de la izquierda norteamericana, incluyendo el de los jóvenes estudiantes con carteles recordando a una variedad de comandantes: Castro, Guevara, Marcos, Sandino. Pero por otra parte, ¿qué referencias serían más interesantes, convocantes, genuinas? Nadie viene a una marcha del desencanto y la esperanza con la pancarta de un candidato a concejal.

Para darse una idea de la fenomenal evolución de este movimiento basta recordar que la primera noticia que tuvo la ciudad sobre “Ocupar Wall Street” fue el 5 de septiembre, durante un recital de Manu Chau, cuando dos jóvenes subieron al escenario y anunciaron la ocupación al grito de “es hora de acabar con el capitalismo”. De ahí a pelear con la policía de Nueva York, recibir la adhesión de los principales sindicatos de la mayor economía del mundo, tener núcleos de apoyo en una decena de otras ciudades y conversar con economistas y premios Nobel sobre el sentido más preciso de la ocupación, ha pasado apenas un mes. Adivinar hoy el futuro del movimiento por la inmadurez de su presente es como asegurar que el bebé del café de al lado jamás entrará a Harvard porque ni siquiera sabe leer.

Ayer, pocos fueron convocados por el programa específico que levanta la asamblea. Se trata de trece puntos, que finalizan con la advertencia de que un programa así “generaría tantos puestos de trabajo que haría necesario abrir las fronteras” y dejar de poner límites a la inmigración. Pero teniendo en cuenta el apoyo que la asamblea recibió de economistas como Joseph Stiglitz y Jeff Madrick, es algo más que una curiosidad que la demanda número uno sea poner fin al “free trade” y establecer fuertes tarifas al ingreso de productos importados, es decir, de China y los países en desarrollo. La idea, que en el fondo es un recurso genuino para que los salarios norteamericanos no sigan compitiendo a la baja con los chinos, es tan razonable que cuesta recordar el impacto demoledor que tendría para la economía mundial.

La marcha de ayer se armó en apenas cuatro días. El sábado pasado, la policía de Nueva York tuvo a su cargo darle a la ocupación una proyección mundial que hasta entonces no había tenido. Cerca de las seis de la tarde, los uniformados indujeron a los manifestantes a cortar el tránsito en el puente de Brooklyn y, una vez arriba, procedió a atraparlos en unas redes naranjas, arrestando en el lugar más visto de la ciudad más mirada del mundo a setecientas personas que protestaban pacíficamente. La policía no se olvidó incluso de arrestar a una de las cronistas del New York Times, como para asegurarse de que su cobertura sería total, y no muy favorable. Los miles de personas de hoy son una reacción a aquella agresión, que abrió los canales de legitimidad que estaban a la espera de ser ocupados. En estos días, la ocupación recibió la adhesión de los principales sindicatos norteamericanos, de economistas y de periodistas y de músicos.

Ayer, la policía trataba a los manifestantes con guantes de seda. Bajando hacia el distrito financiero, varios miles de estudiantes reaccionaron con reflejos pavlovianos a la experiencia del sábado. Cuando la policía despejó la calle para que entraran, ellos fueron por la vereda. Cuando los custodiaron por la vereda para que el tráfico no los molestara, ellos se abrieron hacia la calle. Y cada vez que vieron una red naranja, corrieron para cualquier otro lado. “¿Adónde van?”, le preguntó el sargento Hirne a su colega cuando vio que no bajaban por Broadway, el camino más directo, el que uno le indica al taxista. “Ni idea. Se ve que quieren caminar”, le respondió Del Pozo mientras reacomodaba a sus subordinados que, por unos segundos, quedaron al frente de la manifestación, como Chaplin en Tiempos Modernos.

Bajando por Laffayette, la columna recibía sólo gestos de aprobación. Bocinazos, papelitos y aplausos, ni insultos ni indiferencia, las dos reacciones más comunes en Nueva York para cualquiera que obstaculice el camino de regreso a casa. Una columna masiva de un sindicato docente y otra de plomeros se sumaba unas diez cuadras antes de llegar a destino. La marcha se detuvo frente a Bleecker Street, y adelante de todo, delante de la bandera que dice “Primavera Arabe, Verano Europeo, Otoño Americano”, Del Pozo conversaba con unas abogadas que acompañaban la marcha y proveían sus servicios en caso de que se produjera un nuevo arresto masivo. “¿Ven qué bien que lo estamos haciendo? Ni un incidente. Si lo que nosotros queremos es que salga bien, no ganamos nada con el escándalo.” Y las abogadas: “Sí, así debería ser, así debería haber sido el sábado.” Y Del Pozo, serio: “Sí, pero ahora que lo hacemos bien, ¿quién lo va a decir? ¿Quién va a venir a felicitarnos? ¡Nadie!” Ah, Del Pozo, te hubieras probado en los Mets. Nadie entra a la policía para que lo quieran.

Una gran cantidad de manifestantes eran estudiantes en pleno proceso de endeudamiento a cambio de una educación que no es particularmente buena, pero que sí es carísima y no garantiza un puesto de trabajo para todos. En su mayoría vienen en las columnas de la New York University, New School y la estatal CUNY. “Endeudado”, decía simplemente el cartel prolijamente impreso que una estudiante de CUNY llevaba al lado de un policía vestido con una campera de la sección “Asuntos Comunitarios”. Son el caso paradigmático de la crisis del sueño americano donde los hijos, por primera vez desde los ’30, tienen buenas chances de terminar peor que los padres. Otra porción no menor que la anterior era de trabajadores y empleados, de donde salía uno de los cánticos más escuchados de la tarde: “Todo el día, toda la semana, ocupemos Wall Street” (la consigna en inglés tiene algo más de gracia). Una enorme cantidad encolumnada con sus sindicatos, desde los miles de la columna de empleados de transporte, hasta las seis personas con las remeras del sindicato del NLRB, el organismo público creado durante el New Deal para garantizar los derechos laborales frente a los empleadores, pasando por el sindicato de plomeros, donde un hombre de sesenta años levantaba el único cartel con referencia directa a la Casa Blanca: “Presidente Obama, hable con Ocupar Wall Street. La nación necesita saber que usted entiende y que le preocupa”.

Pasada la zona judicial del downtown, la policía montó un laberinto de vallas que, visto desde arriba, funciona perfecto para que la marcha pueda circular a paso lento hasta entrada la noche, pero sin poder ocupar ninguna calle de forma completa, perdiendo la fuerza y el impacto con el que suele alimentarse una concentración triunfal. Al igual que el movimiento al que apoyaba, lo hizo con éxito y final impreciso. Nueva York ha visto algunas de las marchas más masivas de los movimientos sociales de las últimas décadas. Por acá pasaron rumbo al Central Park las concentraciones más grandes del mundo contra la guerra de Irak, y bajó por Broadway hacia Wall Street la mayor concentración del país a favor de una nueva ley de inmigración. Los resultados de la de ayer son más inciertos que las anteriores, pero eso, para el movimiento Ocupar Wall Street, es su mayor ventaja.

Competir sin primarizarse

El Gobierno sostendrá “un tipo de cambio diferencial” para seguir apoyando la competitividad industrial sin caer en “la tentación de la primarización”. Dólar alto para la industria, con retenciones para el agro.
El sostenimiento de un tipo de cambio competitivo es una de las bases sobre las que se sustenta el Plan Estratégico Industrial 2020, para evitar “la tentación de la primarización de la producción derivada de la mejora en los términos del intercambio”, indica. En la medida en que se respeta el tipo de cambio alto, el sector agropecuario, de mayor competitividad en relación a la industria, obtiene sobreganancias. Ante ello, el Gobierno asegura que sostendrá un “tipo de cambio diferencial”, que implica continuar con la política de retenciones a las exportaciones. La premisa de sostener un tipo de cambio competitivo supondría, para los próximos meses, instrumentar una política más eficaz de contención de los precios o aplicar un suave deslizamiento del dólar.

La discusión sobre la competitividad del tipo de cambio se agudizó a partir de la imprevista depreciación del real que aplicó Brasil. Con el dólar planchado en Argentina, ese movimiento supuso una caída del tipo de cambio multilateral, medida relevante para evaluar la competitividad industrial, ya que compara el valor del peso frente a las distintas monedas de países que son socios comerciales. En esa canasta de monedas, el real tiene una incidencia del 30 por ciento. Según datos de la consultora que dirige el economista Miguel Bein, el tipo de cambio multilateral actualmente está un 50 por ciento por encima del nivel que mostraba en diciembre de 2001, cuando el peso se encontraba muy apreciado, después de una década de convertibilidad. Si se compara sólo frente al real, el tipo de cambio bilateral es el doble del valor en que se encontraba en el estallido del “1 a 1”.

“En realidad ya no importa tanto la comparación frente a 2001 sino la foto, que dice que con este tipo de cambio la cuenta corriente está en equilibrio, mientras que la economía crece al 7 por ciento. El tema es poder sostener esta situación”, explicó a este diario Ramiro Castiñeira, de Econométrica. La apreciación del peso se explica en Argentina por el aumento de los precios internos, mientras que en Brasil esa tendencia, ahora revisada, responde a la baja del tipo de cambio nominal.

El camino de la apreciación del peso podrá reducir el alza de precios y aumentar los salarios en dólares, aunque para la industria y la sustentabilidad económica es altamente perjudicial. Implicaría resignar producción nacional (y empleos) frente a la competencia extranjera y tener que recurrir al endeudamiento para tapar el bache en las cuentas externas. Ese riesgo y la opción por el tipo de cambio competitivo quedó plasmado en el Plan 2020, diseñado por el Ministerio de Industria en conjunto con cámaras empresarias, entidades sindicales y universidades.

“Es fundamental continuar manteniendo, como hasta ahora, un dólar competitivo y diferencial que acompañe el crecimiento exportador y que sirva para contrarrestar la `tentación de la primarización de la producción derivada de la mejora en los términos del intercambio`”, indica el documento oficial. Agrega que el tipo de cambio competitivo “se enmarca en otorgar incentivos a las inversiones productivas locales e internacionales en lugar de las inversiones de corto plazo y en una reducción en los movimientos especulativos de divisas”.

Más allá de la tensión cambiaria por la depreciación del real, hay relativo consenso entre economistas sobre lo esencial que es para el nivel de actividad interno que Brasil crezca, por encima del “efecto precio” dado por el tipo de cambio. El efecto colateral, paradójico, es que la mayor demanda de Brasil deteriora el resultado comercial, ya que incentiva la producción de bienes que contienen partes brasileñas (como los autos).

El Plan 2020 indica que “el superávit comercial permite la generación de divisas genuinas que otorgan independencia económica a través de poder sostener altas tasas de crecimiento sin crisis de balanza de pagos. Al mismo tiempo, evita el endeudamiento externo con el consecuente peso de los pagos de deuda, y de esta forma, limita la volatilidad del tipo de cambio ante movimientos especulativos de los mercados internacionales”.

Convertir ciencia en tecnología: el rol del Estado

Ciencia y Tecnología son dos disciplinas independientes. No es necesario para la Ciencia justificar los desarrollos sobre la base de potenciales aplicaciones tecnológicas y los desarrollos tecnológicos no requieren el prerrequisito de un desarrollo científico; sin embargo, cuando una sociedad logra incorporar a sus desarrollos tecnológicos conocimientos científicos está en condiciones de producir mayor valor agregado.

Hablar como poeta

Al acercarnos a un nuevo aniversario del 12 de octubre, reproducimos las palabras expuestas por Roberto Fernández Retamar en la mesa redonda, realizada en 1992, que llevó por nombre "Quinientos años: ¿Encuentro de dos culturas?"; publicadas en Realidad Económica Nº 110.

Gangsters

Cualquiera que tenga los ojos abiertos sabe que el gangsterismo de Wall Street –y de las instituciones financieras en general– ha causado daños severos al pueblo norteamericano y al mundo. Y también deben saber que eso es algo que vienen haciendo desde hace 30 años. En este tiempo, su poder económico y político han aumentado radicalmente y en un círculo vicioso un 1 por ciento de la sociedad amasó una inmensa fortuna mientras el resto se precarizó, y todo con total impunidad: no sólo son lo suficientemente grandes como para caer, sino también para ser apresados.

La corajuda y honorable protesta que se está desarrollando en Wall Street debería servir para llevar la atención pública hacia esta calamidad y dedicar esfuerzos para superarla y llevar a la sociedad hacia un curso más saludable.

Devolver al futuro

Los ricos no se conformaron con todo lo que tenían, lo querían todo. Y en el camino para conseguirlo han hecho miserable la vida de millones. El número oficial de desempleo es de 14 millones, pero yo estoy seguro de que está sobre los 20. Y a eso hay que sumar a los que trabajan en condiciones precarias. Hay 45 millones viviendo en la pobreza. 50 millones no tienen seguro médico. Esas cifras son las semillas de esta revuelta. La gente está reclamando por su futuro. No su pasado, ni siquiera el presente: es el futuro lo que ha sido robado. Así de codiciosos son los de Wall Street.

Mucha gente se está preguntando cuáles son las demandas concretas, qué ha conseguido la movilización al momento. Y lo que hay que entender de esta protesta es que no se parece a ninguna de las que hayan visto antes en sus vidas. Porque se asemeja a esos pocos momentos que han acaecido en la historia americana: luego de la Primera Guerra o en la Gran Depresión, cuando comenzó el Union Movement. Por otro lado, tienen todo a su favor. Cuando la liberación femenina comenzó o cuando se armaron las primeras manifestaciones contra Vietnam, la mayoría de las personas no estaban con ellos. En este momento, en cambio, todos estamos de acuerdo en que nadie quiere a Wall Street.

De todos modos, éste no va a ser un movimiento violento por el simple hecho de que no es una pelea justa: nosotros somos millones y ellos (los ricos) son apenas unos cientos. Hay una armada de norteamericanos esperando desde hace mucho que alguien haga algo y ese algo empezó. Por eso estoy esperanzado. Esto tenía que surgir y surgió acá con unos cientos de personas que ya se volvieron miles, en un movimiento que sólo va a crecer.

Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial

El Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial Participativo y Federal (PEA ) pretende promover a través de las políticas públicas y la intervención del Estado, una visión compartida de todos los actores sociales vinculados al Sector Agroalimentario y Agroindustrial. Se funda en el pensamiento humanista de base nacional y popular. Desde esta base busca poner en acción objetivos centrales de creación de riqueza sustentable con valor agregado y garantía de seguridad alimentaria nutricional.

Para ello habrá de valerse de políticas activas destinadas a aumentar la capacidad regulatoria del Estado, teniendo como mirada estratégica el impulso a las formas de asociatividad y cooperación entre actores. De este modo se busca asegurar la eficiencia productiva, la equidad territorial, la inclusión y justicia social.

Perón sostenía que “el plan de gobierno no es una improvisación, sino el producto de una profunda meditación; un acopio grande de antecedentes referentes a los problemas que ha tenido el país desde muchos años atrás” .