Nuevo momento geopolítico: el (Des)Orden Multipolar
El mundo ya está viviendo un estado de multipolaridad, en una guerra global, híbrida y fragmentada.
Hay cuatro hechos que definen que estamos en un nuevo momento político y geopolítico a nivel mundial:
- La expansión de los BRICS y la consolidación del BRICS+ como núcleo de articulación del Sur Global.
- El surgimiento de Deepseek, como símbolo del desarrollo tecnológico chino.
- La victoria progresiva de Rusia sobre la OTAN en Ucrania.
- El ascenso de Trump 2.0: repliegue estratégico de EE.UU. y reconocimiento de la multipolaridad.
Podemos denominar a este nuevo momento como “(Des)Orden multipolar”. En tanto el mundo multipolar (relativo y asimétrico) ya es una realidad efectiva y forma parte del fin del ciclo de hegemonía estadounidense o angloestadounidense. Esta situación genera la apariencia de que existe un nuevo orden geopolítico fluido, con nuevas jerarquías, aunque en realidad nos encontremos en plena etapa de Caos Sistémico.
De acuerdo con la caracterización desarrollada en otros trabajos, este es el sexto momento geopolítico clave. Los anteriores fueron:
1. 1999-2001: primeros síntomas de la crisis del orden globalista unipolar.
2. 2008: crisis financiera global y el inicio de la crisis de la hegemonía estadounidense.
3. 2013-2014: Nuevo protagonismo del mundo emergente e inicio de la “Nueva Guerra Fría” desde la narrativa occidental o lo que definimos como una Guerra Mundial Híbrida y Fragmentada
4. 2016-2017: Fractura estratégica en Estados Unidos y el Occidente geopolítico entre globalistas y nacionalistas, expresadas en el Brexit y el triunfo de Donald Trump. Esto se manifiesta en profundas contradicciones que debilitan al viejo hegemón en crisis. El trumpismo indica que para importantes grupos de poder y fuerzas sociales estadounidenses, el orden neoliberal globalista ya no sirve más y hay que derrumbarlo.
5. 2020: La Pandemia actúa como un catalizador sistémico, acelerando las principales tendencias de la transición histórica y espacial del sistema mundial.
BRICS+
Desde la cumbre de Sudáfrica en 2023, los BRICS+ sumaron seis o siete miembros plenos (Arabia Saudita forma parte, aunque todavía no aceptó formalmente la invitación) y 11 miembros asociados. Con ello, la progresiva y contradictoria insubordinación al orden globalista neoliberal unipolar que inician las potencias emergentes de tamaño continental luego de la crisis de 2008, se expande por el Sur Global. Esta expansión se consolidó en la cumbre de Río de Janeiro 2025.
El espacio BRICS+ aparece como un nuevo multilateralismo de un mundo relativamente multipolar, en donde se busca construir otros principios de gobernanza o de orden político mundial, en línea con los intereses de los países del Sur Global. En este sentido, sobresale la búsqueda de una nueva arquitectura financiera —como el Nuevo Banco de Desarrollo— que actúe para favorecer el desarrollo, en lugar de ser un mecanismo de subordinación (geo)política y de dependencia económica. Como afirmó el presidente de Brasil, Luiz Inácio “Lula” da Silva, el FMI y el Banco Mundial (BM) representan “un Plan Marshall al revés, en el que las economías emergentes y en desarrollo financian al mundo más desarrollado”.
La ampliación del BRICS+ implica el avance del mundo emergente en dos regiones geopolíticas claves en el tablero Eurasiático: se incorporaron tres o cuatro países de Oriente Medio o la región central de Afro-Eurasia (Irán, EAU, Egipto y Arabia Saudita) y dos del Sudeste Asiático (Vietnam e Indonesia).
Con ello también se consolida la incorporación del mundo islámico, tanto sunita como chiita. BRICS+ deviene en un espacio de “diálogo de civilizaciones” o grandes culturas, que contrasta con la homogeneidad cultural de espacios como el G7, donde la “diversidad” la aporta sólo Japón.
Por otro lado, con la incorporación de Etiopía, sede de la Unión Africana y país central del Cuerno de África, se fortalece la presencia de dicho continente, que ahora suma tres miembros plenos (Sudáfrica, Etiopía y Egipto) y dos socios (Nigeria y Uganda).
Vieja jerarquía en crisis
El BRICS+ se consolida como centro de articulación de las fuerzas emergentes que están transformando el sistema mundial, poniendo en crisis la vieja jerarquía centro-semiperiferia-periferia. En este sentido, Lula afirmó que los BRICS+ expresan la herencia histórica del Movimiento de Países no Alineados del espíritu de Bandung (Indonesia, 1955). Pero bajo una realidad material totalmente diferente: cinco de las diez primeras economías del mundo ajustadas por PPP (paridad de poder de adquisitivo) son países del BRICS+. Además, los países sumados representan 40% del PIB mundial, 51% de la población, 44% de la producción de petróleo, y poseen 72% de las reservas de tierras raras, por mencionar sólo algunos indicadores.
En la cumbre de Río se destacaron los pronunciamientos a favor de la creación de una moneda comercial común, así como también fortalecer las estructuras financieras del Sur Global, especialmente reforzando el Nuevo Banco de Desarrollo. Sin embargo, queda mucho por avanzar en términos concretos. Probablemente ésta será la próxima gran batalla en la transición de poder mundial. Trump ya amenazó de forma preventiva, preocupado por cierta tendencia hacia la desdolarización y sus implicancias. Los mayores progresos se vienen dando en el comercio entre socios, donde crece la utilización de las propias monedas.
Deepseek
El lanzamiento de Deepseek fue un símbolo de un nuevo momento en la economía mundial, al que provocativamente denominé un “momento Ford”. China demostró su capacidad para competir en la frontera de una de las tecnologías centrales del futuro, que está en el corazón de la actual revolución tecno-productiva en curso, con costos ridículamente más bajos que los de sus competidores estadounidenses. Produce cada token a un costo 27 veces menor que su contraparte estadounidense OpenAI, utilizando mucha menos energía y muchísimos menos componentes para obtener resultados similares. Además, es gratuita y de código abierto, por lo que la comunidad global puede acceder, mejorar y adaptar la tecnología.
El mismo camino siguieron con sus modelos de IA los gigantes tecnológicos chinos Alibaba y Tencent, que también muestran capacidades de frontera. Esto significa una profunda democratización tecnológica, lo cual choca de frente y pone en crisis el modelo estadounidense centrado en los grandes monopolios tecnológicos (Big Tech), apalancados por un Estado del cual son parte sustancial (incluso cada vez más en el comando directo), que otorgan impresionantes retornos financieros.
Deepseek nace en un ecosistema. Al igual que BYD (autos eléctricos), antes Huawei en 5G o el liderazgo de empresas chinas en las tecnologías vinculadas a la transición energética, Deepseek, Qwen (Alibaba) o ERNIE bot (Baidu) en IA expresan la enrome competitividad china, basada en permanentes saltos de productividad y avances en materia tecnológica, con una fuerza de trabajo con una gran formación y destreza, creatividad y autogestión.
Esto se produce en el nuevo gran taller industrial del mundo y nuevo centro económico emergente, donde se observa el despliegue de otro modo de producción/acumulación/desarrollo, que sintetiza un conjunto de innovaciones y arreglos organizacionales propios del llamado socialismo de mercado con características chinas.
En este modelo de desarrollo (no exento de importantes contradicciones internas y de desafíos en un mundo en guerra) se destacan: 1) la planificación estratégica estatal, llevada a un nuevo nivel, para orientar la inversión en función del desarrollo; 2) el lugar central de sector público y la combinación con distintas formas de propiedad (capitalistas y no capitalistas); 3) la forma de organizar una inmensa economía de mercado y la competencia en relación a objetivos de desarrollo; 4) la capacidad de descentralización bajo una conducción central y las fortalezas de las instancias locales; 5) las destrezas, la formación y las capacidades organizacionales de su fuerza de trabajo.
Hacia una victoria de Rusia sobre la OTAN en Ucrania
En Ucrania, foco central de la guerra mundial híbrida y fragmentada, la iniciativa estratégica está hace tiempo en manos de Rusia y el tiempo juega a su favor: la guerra de desgaste aplicada por el Kremlin ha destruido la infraestructura crítica de Ucrania a niveles insostenibles y hay una desesperante escasez de personal de combate, que los reclutamientos forzosos no logran cubrir. También escasean las municiones en los arsenales de la OTAN.
En el actual escenario, Moscú puede seguir obteniendo ganancias territoriales lentas pero sistemáticas en los territorios rusófonos y rusófilos del Este y el Sur, al tiempo que destruye las Fuerzas Armadas del adversario —uno de los objetivos centrales, que aparece bajo el lema de la “desmilitarización”.
Un intento por cambiar el actual escenario por parte del Occidente geopolítico implicaría que la OTAN envíe masivamente soldados al frente (cientos de miles), junto con la utilización de armamento para penetrar y golpear profundamente en el territorio de la Federación de Rusia. Si eso sucediese, la Guerra Mundial Híbrida en curso se tornaría una Guerra Mundial convencional entre potencias atómicas (entre las cuales Rusia es la principal) dejándonos en las puertas del Armagedón nuclear.
Además, es muy poco probable que la OTAN esté en condiciones de hacer algo así. Probablemente, la alianza atlántica no cuente con el armamento, ni las fuerzas necesarias para ello. De hecho, se calcula que Rusia actualmente produce tres veces más rondas de artillería que toda la OTAN en conjunto, a un costo cuatro veces menor por cada ronda. También en la producción de drones hay un desarrollo enorme en los últimos años. Además, Moscú cuenta con misiles hipersónicos que vulneran los mejores sistemas de defensa occidentales y han marcado un antes y un después en la dimensión estratégica.
Por otro parte, no hay que perder de vista la cuestión política y geopolítica: debe verse a Rusia dentro de un marco de asociación euroasiática más amplia, que le permite contar con un colchón estratégico continental de las potencias emergentes, destacándose China, pero también India, Irán y Corea del Norte.
Las propias fuerzas globalistas, que apostaron por el conflicto entendiendo que resultaba clave debilitar a Rusia y pensaban que era posible propinarle a Moscú una derrota estratégica, reconocen que esa no es la situación. The Economist admitía en septiembre de 2024 que “La guerra va mal. Ucrania y sus aliados deben cambiar de rumbo”. En dicho artículo se afirma que “Si Ucrania y sus aliados occidentales quieren ganar, primero deben tener el coraje de admitir que están perdiendo. En los últimos dos años, Rusia y Ucrania han librado una costosa guerra de desgaste. Eso es insostenible.”
La administración nacionalista-americanista de Trump reconoce formalmente esta realidad a partir de su asunción. Y plantea, de forma contradictoria, otra estrategia a seguir en este foco de la Guerra Mundial Híbrida y Fragmentada.
Resulta lamentable que las condiciones que ahora estaría obligado a aceptar el gobierno de Volodímir Zelenski para un acuerdo de paz contenga muchos de los puntos que se habían acordado en abril de 2022 en Estambul con Rusia. El entonces primer ministro británico, Boris Johnson, viajó a Kiev en persona y, con la venia de Biden, presionó al gobierno de Zelenski para que rompa el acuerdo, con la vaga promesa de una imposible victoria. Ahora la situación es mucho más grave para Kiev. Además de aceptar el NO ingreso a la OTAN, y límites estrictos en sus fuerzas armadas y en su armamento, debe renunciar a recuperar los territorios en poder de Rusia. Encima, su infraestructura está completamente destruida, perdió cientos de miles de vidas en la guerra y cuenta con menos de las dos terceras partes de la población que tenía antes de febrero de 2014, en gran medida por una inmensa emigración, especialmente de las personas en edad de combatir, junto con las pérdidas territoriales. Kiev también debe ceder gran parte de sus riquezas naturales a los Estados Unidos Trump para “pagar la guerra” y “buscar seguridad”, algo que el propio gobierno de Estados Unidos ha formalizado.
Si bien las negociaciones entre Moscú y Washington están vigentes y todavía no han llegado a un acuerdo, el curso de la guerra parece claro y muy difícil de revertir para la OTAN. Trump quiere un alto el fuego para negociar. Algo que no le conviene a Putin, que está ganando y ve en un alto el fuego una posibilidad de reabastecimiento de las exhaustas fuerzas ucranianas por parte de la OTAN.
Trump 2.0 y el declive agresivo de los Estados Unidos
Como señalé en una nota anterior en Tektonikos, Estados Unidos se encuentra frente a una típica situación de sobreextensión imperial, donde resulta cada vez más difícil reproducir los pilares de su hegemonía. Tampoco logra sintetizar una respuesta compartida entre las principales fracciones y grupos de poder para enfrentar esta realidad. Ello genera profundas fracturas en Estados Unidos, siendo el nacionalismo-americanismo de Donald Trump una de las reacciones fundamentales frente al declive.
La administración Trump 2.0. plantea un repliegue estratégico. El presidente estadounidense reconoce la realidad de un nuevo mundo relativamente multipolar, busca expandir su Estado Continental en Norteamérica (anexar a Canadá y Groenlandia, retomar el control directo del canal de Panamá, etc.) y reconstruir su poder nacional debilitado. Busca también recuperar la primacía en su patio trasero latinoamericano, apelando sistemáticamente a los “palos” frente a la falta de zanahorias (dominación sin hegemonía).
A su vez, con la guerra comercial y con una enorme presión para que aumenten el gasto militar, tensiona cada vez más a sus dos protectorados/vasallos principales, Europa Occidental y Japón. Ubicados en los dos extremos occidentales y orientales de Eurasia, estos territorios fueron centrales para la primacía estadounidense en el tablero del mega continente y, por lo tanto, su liderazgo mundial. También procura destruir la plataforma de organismos multilaterales desde la cual Estados Unidos construyó su hegemonía, forzando al máximo el unilateralismo de Washington.
Los neoconservadores que forman parte de su gobierno lo empujan a la guerra contra Irán y a involucrarse más decisivamente en Medio Oriente —o la región central de Afro-Eurasia—, incluyendo la estrategia de construir un “Gran Israel”, que en principio absorba los actuales territorios palestinos y parte de Siria. Tampoco quieren darse por vencidos en Ucrania.
Esto obliga a Trump a desviarse del objetivo de reducir la sobreextensión imperial. Mantener tantos frentes abiertos al mismo tiempo, con una economía que vive del anabólico de la financiarización (todavía posible por la supremacía del dólar) se traduce en enormes déficits fiscales y comerciales, una dinámica insostenible de endeudamiento público, crecientes problemas en la infraestructura nacional por falta de inversión y un importante proceso de desindustrialización.
Además, tampoco se consiguen los resultados esperados. Así como China y los emergentes fueron, de forma indirecta, los ganadores de la “Guerra contra el Terror”, y buena parte de las iniciativas para contener y debilitar a los emergentes terminó volviéndose en contra, la llamada “Guerra de los 12 días” contra Irán no dejó un saldo muy positivo para Washington y el Occidente geopolítico.
Por un lado, Estados Unidos volvió a mostrar una gran proyección de poder militar e Israel asesinó a parte de la cúpula política, militar y científica de Irán, a la vez que demostró capacidad para dominar su espacio aéreo. Pero, por otro lado, los ataques no pudieron producir un impacto suficiente para propiciar un cambio de régimen y existen serias dudas acerca de que el programa nuclear iraní haya sido seriamente afectado. El ataque motivó la salida de Teherán de la Organismo Internacional de Energía Atómica, con lo cual su plan nuclear podría quedar excluido del control internacional (como también lo están las capacidades nucleares de Israel) o con una supervisión más acotada. Además, Irán demostró una gran capacidad misilística para penetrar las defensas de Israel (que operan junto a Estados Unidos, Reino Unido y Francia) y profundizó los lazos de Teherán con China, Rusia y el mundo emergente en detrimento de sus vínculos con Occidente. Es probable que dichas asociaciones, cristalizadas en la incorporación al BRICS+ y a la Organización para la Cooperación de Shanghái, permitan a Teherán trabajar para superar sus debilidades relativas. La posible adquisición de aviones de combate chinos J-10C iría en este sentido.
Para concluir, los hechos analizados muestran que ya estamos viviendo en un mundo relativamente multipolar o una multipolaridad asimétrica, que es a su vez postoccidental o postatlantista en muchas dimensiones. Sin embargo, no se trata de nuevo un orden sino más bien de un nuevo (des)orden. Todavía no hay Yalta, Postdam o Bretton Woods. Lejos de eso, la competencia político-estratégica se agudiza y la guerra mundial híbrida y fragmentada —con una multiplicidad de conflictos económicos, tecnológicos y militares fragmentados— se intensifica.
Fuente: Tektonikos - Julio 2025