El fracaso de la austeridad
En Europa, por el contrario, los fanáticos del dolor han estado al mando más de un año e insisten en que el dinero prudente y el equilibrio presupuestario son la respuesta a todos los problemas. Detrás de esta insistencia ha habido fantasías económicas, como la creencia en el hada de la confianza, es decir, la creencia en que recortar el gasto en realidad va a crear puestos de trabajo, porque la austeridad fiscal mejorará la confianza del sector privado. Por desgracia, el hada de la confianza sigue negándose a hacer acto de presencia. Y la disputa sobre cómo manejar la incómoda realidad amenaza con convertir a Europa en el centro de una nueva crisis.
Tras la creación del euro, en 1999, los países europeos considerados de riesgo experimentaron enormes entradas de capital. Después de todo, pensaron los inversores, Grecia, Portugal, Irlanda y España eran miembros de una unión monetaria. ¿Qué podía salir mal? La respuesta a esa pregunta es ahora, por supuesto, dolorosamente evidente. Grecia, al verse capaz de endeudarse a tipos ligeramente superiores a los de Alemania, asumió demasiada deuda. Irlanda y España no lo hicieron, pero sus bancos, sí.
¿Qué hacer? Los líderes europeos ofrecen préstamos a las naciones en crisis, pero sólo a cambio de promesas de imponer programas de austeridad salvaje, con enormes recortes de gastos. Las objeciones acerca de que estos programas se autodestruyen se descartaron por las buenas. La austeridad en realidad sería expansiva, se afirmó, ya que mejoraría la confianza. Pero el hada de la confianza no aparece. Los países con problemas de deuda sufren un mayor deterioro económico gracias a los programas de austeridad, y la confianza se hunde en vez de aumentar. Siendo realistas, Europa tiene que prepararse para una reducción de deuda. El realismo, sin embargo, parece andar escaso.
Por un lado, Alemania adopta una posición dura respecto de una ayuda a sus vecinos con problemas. Por otro, el Banco Central Europeo (BCE) actúa como si estuviera decidido a provocar una crisis financiera: subió los tipos de interés, a pesar de la terrible situación de muchas economías, y sus funcionarios advirtieron contra cualquier forma de reestructuración que alivie la deuda. Esto equivale a una declaración de que si Grecia busca aliviar su deuda, el BCE desenchufaría el sistema bancario griego, que depende de sus préstamos.
Si los bancos griegos se derrumbaran, eso bien podría obligar a Grecia a salir de la zona euro, y es muy fácil ver cómo podría empezar un dominó financiero en parte de Europa. Entonces, ¿en qué está pensando el BCE?
Intuyo que simplemente no está dispuesto a afrontar el fracaso de sus fantasías. Y si esto suena estúpido, bueno, ¿quién dijo que la sabiduría gobierna el mundo?
Diario La Nación - Edición impresa - 25 de mayo de 2011