Entre el dólar y el salario

Julián Blejmar
Con una inflación en permanente declive y una actividad económica en constante ascenso, no parece extraño que la forma de alterar la sensación de tranquilidad económica venga de la cotización del dólar paralelo.

Sucede que según la consultora del Estudio Bein y el Índice de la Ciudad de Buenos Aires, la inflación anual estimada será de alrededor del 25%, cerca de diez puntos porcentuales menor a la del año pasado, al tiempo que de acuerdo con el Banco Ciudad, la inflación alcanzó en junio “el nivel más bajo desde septiembre de 2013”, mientras que desde el área de Economía de la Universidad Di Tella se señaló que las expectativas de inflación alcanzaron “el nivel más bajo desde febrero del 2012”.

Una inflación en descenso debería mantener a raya la cotización del dólar, salvo que se estén atravesando y/o se avecinen tiempos de turbulencias económicas locales. Sin embargo, de acuerdo con el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) del Indec, la actividad económica sube de forma ininterrumpida desde febrero (1,4% en ese mes, 2% en marzo, 1,7% en abril, 2% en marzo, y llegaría al 1,3% en mayo según la agencia especializada Reuters). Y si se tiene en cuenta que las paritarias promediaron un 28% –al igual que la actualización del salario mínimo, que incide entre cerca del 30% de la población–, frente a una inflación del 25%, pocos dudan de que el segundo semestre de este año el consumo se mantendrá cuanto menos estable.

Así, la fuerte suba del dólar paralelo –que cotizaba en 12,65 pesos a principios de junio y en la semana que finalizó trepó por encima de los 15 pesos para cerrar a 14,55–, en un contexto macroeconómico que no se aleja al del primer semestre, obedece a razones políticas antes que económicas. Según señaló el ministro de Economía, Axel Kicillof, existió un “operativo mediático” para incentivar la venta ilegal de dólares, ya que “hay gente a la que le convienen políticamente, electoralmente y económicamente los movimientos cambiarios”. Asimismo, en diálogo con este medio, el economista Ricardo Aronskind sentenció que “creo que la suba es política, porque hacés saltar el dólar, detrás los precios y ponés contra las cuerdas al Gobierno. Generar climas de corridas e involucrar a los sectores medios y de trabajadores de buenos ingresos en la compra de dólares es la fórmula, y estamos observando de vuelta que se están generando las condiciones para que se dé una especie de corrida, en mayúscula”. Un dato oficial respalda su aseveración, pues en el mes de julio, que aún no finalizó, se batió el récord de compra de dólar ahorro, con más de 570 millones de dólares, mientras que el promedio mensual era de 470 millones.

Pero que las causas respondan a cuestiones políticas antes que económicas, puede advertirse también en declaraciones de economistas opositores al Gobierno. Según afirmó Javier González Fraga en una columna del miércoles pasado en La Nación, “se comprobó en estos días que la sospecha de que el candidato oficialista no generaría un cambio en la política económica alteró la calma cambiaria y el dólar en el mercado blue subió un peso”. Asimismo, en declaraciones a Ámbito Financiero, el economista del PRO Rogelio Frigerio aseveró que “con menos incertidumbre, el dólar debería valer menos” y que la escalada tenía relación, entre otros factores, con que “Scioli no es el cambio, sino la continuidad”, en tanto que Aldo Pignanelli, economista del Frente Renovador, sostuvo que el hecho de que el dólar paralelo haya llegado a los 15 pesos “es una exageración del mercado”, y aún cuando criticó políticas económicas del Gobierno, añadió que “estamos a veinte días de una elección crucial para el futuro del país, y siempre se producen este tipo de presiones”.

De hecho, la escalada del dólar paralelo comenzó hace un mes y medio, cuando el oficialismo volvió a exhibir su política de intervención en el sector financiero, aumentando los controles a las cuevas, mediante denuncias de la Procelac por abusos bancarios en el manejo de la compra y venta de dólares, y detallando que la nueva central de inteligencia, AFI, podrá actuar para prevenir corridas cambiarias. Asimismo, en la que acaba de finalizar, otro condicionante político activó la suba, esto es, el ajustado margen por el que triunfó el candidato del PRO a la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, que pareció ser leído por gran parte del espacio financiero como una menor chance de que un candidato cercano a este sector, Mauricio Macri, se imponga a nivel nacional.

Que la economía no dé cuenta de la fuerte suba, se puede explicar también por el hecho de que el anterior semestre no fue muy distinto en términos macroeconómicos, pero el dólar paralelo descendió de 13,80 pesos el 2 de enero a 12,56 el 2 de junio. Sucede que las reservas del Banco Central se mantuvieron estables (e incluso crecieron en la última semana hasta orillar los 34.000 millones de dólares, al margen de que existen créditos ya disponibles de China, Francia y Suiza por 7.500 millones de dólares), mientras que la balanza comercial continuó siendo superavitaria en junio (456 millones de dólares). La devaluación del peso en el mercado oficial se mantuvo desde fines del año pasado al 1% mensual (cerró en 9,19), y la base monetaria al 30 de junio aumentó un 10,4% desde el cierre de 2014, pero se reduce al 4,36% si se tiene en cuenta la recuperación de reservas en poder del Banco Central (de 31.337 millones de dólares a 33.914).

Por lo pronto, el Gobierno ya tomó nota de la corrida: aumentó la venta de bonos en dólares para bajar la cotización del dólar que se maneja en el mercado financiero (contado con liquidación), el Tesoro absorbió cerca de 5.500 millones de pesos en licitaciones de Bonac (suma 40.000 millones en el año, para disminuir la presión sobre el dólar) y desde el Banco Central se incentivó el ahorro en pesos al subir las tasas de los plazos fijos entre 1 y 2 puntos porcentuales, llegando al 26,2%.
Un salario menos mínimo.

Por cierto, esta política de regulación e intervención en la economía –tan mal vista por el poder económico–, no se limita sólo a la plaza financiera. En la semana, el Ejecutivo realizó la duodécima actualización consecutiva del Salario Mínimo, Vital y Móvil, pues la misma se realiza desde 2003. En función de la misma, este salario aumentará, en dos tramos, un total de un 28,5% –pasando de 4.716 a 6.060 en enero–. La magnitud del aumento total evidencia que, a diferencia de los dos años anteriores, se experimentará una suba real de su poder adquisitivo, pues tal como se señaló, la inflación proyectada para este año es del 25%.

De acuerdo con el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, “lo importante del salario mínimo es que se trata de un piso por debajo del cual no hay ningún trabajador registrado, es una garantía”. Pero en rigor, el salario mínimo tiene en nuestro país sólo una función de referencia, pues quienes lo perciben son menos del 1% de los trabajadores, es decir, aproximadamente 120.000 sobre los 10 millones actuales, aunque actúa como una referencia para los empleados no registrados, que componen el 31,9% de los trabajadores, es decir alrededor de 4 millones de trabajadores (entre los cuales se calcula que un 35% gana incluso por debajo de este salario mínimo).

De hecho, el líder de la CGT Antonio Caló señaló a Radio La Red que la actualización “es un piso que bienvenido sea, porque hasta que llegó Néstor Kirchner estuvo clavado en 200 pesos”, pero que para vivir “dignamente” se necesitaban “arriba de 8.500 pesos”

Miradas al Sur - 26 de julio de 2015

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