Los gritos de Alcorta

El martes 25 de junio de 1912 en Alcorta y las localidades vecinas de Bigand, Bombal, Máximo Paz y Carreras en la zona maicera santafesina los agricultores declararon una huelga que se constituyó en la primera gran protesta agraria en la Argentina.

Fue protagonizada fundamentalmente por inmigrantes europeos, en su mayoría italianos, parte de los más de tres millones llegados a partir de la década de los ´80 del siglo XIX a un país cuyos gobernantes les prometían un lugar justo en su sociedad.

El trabajo tesonero de esos chacareros contribuyó en gran medida a ampliar la frontera agrícola hasta hacerla casi diez veces mayor sin que su esfuerzo les permitiera acceder a la propiedad de la tierra. Para ellos “la tierra para quien la trabaja” no pasaba de ser una aspiración cada vez más lejana.

La evolución de la relación salarial durante la post convertibilidad

En los últimos 60 años, la economía y la sociedad argentina han atravesado periodos de crecimiento y de fuertes crisis de su volátil modo de desarrollo alternando gobiernos constitucionales: 1946-1955 (J. D. Perón), 1958-1962 (A. Frondizi), 1973-1976 (R. Cámpora, J. D. Perón, Isabel Perón), 1983-2011 (Alfonsín, Menem, N. Kirchner y C. F. de Kichner) con regímenes militares de facto dictatoriales (1955-1958, 1962-1963, 1966-1973 y 1976-1983) que suman 19 años en total.Se pueden identificar varios regímenes de crecimiento diferenciados: el proceso de industrialización sustitutiva de importaciones (ISI) que se interrumpe desde los planes de ajuste de junio 1975 y retrocede debido a las políticas económicas y monetarias adoptadas por la junta militar desde marzo 1976; un periodo posterior de lento crecimiento y estancamiento hasta 1989 que concluye con la hiperinflación; el régimen de la convertibilidad que transcurre entre 1991 y 2001, y la post convertibilidad desde 2002 hasta nuestros días.

El chantaje de los mercados

En “Commonwealth”, tercer libro de la serie iniciada con “Imperio”, Hardt y Negri analizan cómo redefine las nociones de soberanía y democracia el poder del capital financiero global. Negri lo anticipa aquí.

Toni Negri, junto con su colega estadounidense Michael Hardt, acaban de publicar el último tomo de la trilogía que empezó con Imperio y siguió con Multitud. Se trata de Commonwealth. El proyecto de una revolución del común (Akal-Grupal, aparecido recientemente en España). En esta entrevista exclusiva con Ñ, el pensador italiano se extiende, desde la ciudad de Padua, sobre las condiciones de la producción cognitiva, la emancipación en un mundo cooptado por el capital y sobre las figuras dominantes del hombre en el universo contemporáneo.

-En la Argentina, durante su última visita, usted habló de emancipación. ¿Qué quiere decir esa palabra en el contexto global?
-En principio, hubo una primera definición de emancipación vinculada con una concepción individualista y universalista. Los orígenes de la definición son de raíz iluminista pero muchas veces, el desarrollo de ese iluminismo se encontraba con una escatología propia de su universalidad.

Colonialismo ayer y hoy

Pocos ignoran ya que el capitalismo nace de manos del asalto colonial. Habría así una globalización (término usado en los últimos años pero vigente desde la expedición colombina) que tiene su expresión fáctica en 1492. La filosofía cartesiana le añade el componente subjetivo a esta empresa de la modernidad capitalista y occidental. Desde un principio es Inglaterra la nación que domina la conquista de los territorios periféricos, marginales o subalternos. Incluso los piratas tienen una relevante importancia. La llamada Rubia Albión sabe utilizarlos con sagacidad. La leyenda de piratas ahorcados por las autoridades inglesas es sólo eso: una leyenda. Sir Francis Drake, Henry Morgan –centralmente– despojaban a los galeones españoles y llevaban el oro a Inglaterra. Ese oro se convertía en la materia prima del capital comercial y luego industrial británico. Así, en el siglo XIX, Inglaterra se proclama “el taller del mundo” y decide extraer materias primas baratas de los territorios periféricos. En muchos de ellos elige no instalarse: los dominará por medio de la economía. Esto sucede con la Argentina. Por jacobinos que fueran Moreno y Castelli habían desentrañado exquisitamente el rumbo de la historia (que, en ese momento, era transparente) en que les convenía incluirse: el de la modernidad occidental capitalista. Al que el llamado “descubrimiento de América”, la subjetividad cartesiana y luego la voluntad de poder nietzscheana le entregan su orden fáctico y filosófico.

Nuestro pasado angoleño

Mucho se ha dicho sobre Angola en estos días. En varios medios el país fue presentado como un lugar exótico, distinto y totalmente desconectado con nosotros. Sin embargo, como los presidentes recordaron en su encuentro, la historia argentina tiene un importante vínculo con Angola.

Es bien sabido que el Río de la Plata fue uno de los destinos de los comerciantes de esclavos europeos que embarcaban cargas de cautivos en Africa y las trasladaban a América. De 1680 a 1777 entraron al menos 40 mil esclavos en la región, mientras que entre esa última fecha y 1812 –cuando se interrumpió el tráfico– unos 70 mil fueron desembarcados en Buenos Aires y Montevideo (a esa cifra hay que sumar otra, desconocida, de esclavos ingresados por tierra desde Rio Grande do Sul). El 22 por ciento de los que llegaron directo desde Africa provenía de Congo y de Angola. En realidad partieron muchos más pero uno de cada cinco, como promedio, moría en los barcos. El viaje desde Angola tomaba dos meses por las corrientes marítimas, y las condiciones de vida a bordo eran pésimas, lo cual causaba una gran mortalidad.

Por la Patria

El doble aniversario de hoy, 2 de abril, invita a persistir en memoria e historia. A 30 años del anuncio del programa que definió el rumbo económico-social del país y a 24 del anuncio de la aventura de Malvinas.

Las mismas palabras de José Alfredo Martínez de Hoz de 1976 fueron repetidas por Fortunato Galtieri en 1982: se ha tomado –se animaron a decir- “una decisión por la patria” que “no supone discriminaciones contra ninguna militancia cívica ni factor social alguno”.

El “programa del 2 de abril” supuso el inicio del segundo “ciclo largo de endeudamiento” de la Argentina, un período de sustancial estancamiento de la economía y retroceso de la sociedad. Dios sabrá hasta cuando (y hasta dónde) nos atará este ciclo de deuda. El primero se le debe a Bernardino Rivadavia y duró 123 años: hasta 1947, cuando el país canceló toda su deuda externa y proclamó una muy breve “independencia económica”. La clarinada de Malvinas terminó con el gobierno del “Proceso” pero ayudó a su sobrevida económico-social, al hundir a la mayor parte de los argentinos aún más hondo en un pozo de su historia.

El mejor alumno en la picota

El texto que sigue fue escrito hace una década -terminado el 2 de abril de 2002- cuando la crisis del derrumbe del régimen de convertibilidad tocaba su “piso” económico y comenzaba una recuperación (durante marzo/abril) que las estadísticas mostrarían con alguna demora. Publicado entonces sólo en Alemania por la Revista “Entwicklung und Zusammenarbeit” (“R+Z”, “Desarrollo y Cooperación”, abril de 2002) su difusión hoy en Argentina tiene el interés de reflexionar a la distancia acerca de las críticas circunstancias de aquélla época, muy reciente en términos históricos, sus raíces y los desarrollos desde entonces verificados por y para nuestra sociedad.

Malvinas, la locura de las guerras

Durante los 45 días de operaciones de combate en el Atlántico Sur, además de los 323 muertos por el hundimiento del crucero General Belgrano, murieron en combate 326 soldados argentinos. La cifra de suicidios de ex combatientes superó ese número. Las estimaciones varían entre 350 y 450 casos y las diferencias de apreciación es por si se suman o no aquellos casos de personas que murieron en accidentes o enfermedades que pudieron tener como un componente fundamental el hecho de haber quedado marcados por haber estado en una guerra. Sólo para evitar confusiones, la tasa anual de suicidios en Argentina es de 8,2 casos cada 100.000 habitantes, de acuerdo con datos del Ministerio de Salud de la Nación. Si en los frentes de combate hubo unos 14.000 hombres, la tasa resulta entre 12 y 15 veces mayor.

Hace seis años, un periodista de La Nación, Oliver Galak, a raíz del suicidio de un ex combatiente se preguntaba: “¿Por qué Argentina ha olvidado a sus ex-combatientes de la guerra de Malvinas? ¿Será acaso porque Argentina no soporta la derrota sufrida y quiere esconderla debajo de la alfombra? ¿Será acaso porque su clase política, tras más de 20 años, tiene mucho que esconder? ¿Será acaso porque la Argentina no soporta mirar cara a cara a los hombres que mandó a la muerte, mintiéndoles?”. Una serie de preguntas de apariencia punzante y, sin embargo, todas ellas sólo útiles para sembrar confusión. Un trabajo revelador de dos psicoanalistas franceses –Françoise Davoine y Jean Gaudillère– (Historia y trauma - la locura de las guerras) contiene una serie de advertencias sobre las conductas de quienes estuvieron en frentes de combate.

De manera resumida serían las siguientes. La negación: lo que pasó no pasó. La culpa del sobreviviente: por qué ellos y no nosotros. La perversión del juicio: las víctimas son las culpables. La fascinación por los criminales. Este último concepto, aclaran los autores, es tomado por Hanna Arendt en su trabajo Los orígenes del totalitarismo.
Estas recomendaciones pueden resultar no sólo de carácter universal sino que pueden muy bien ser tomadas como punto de referencia para analizar las conductas de quienes, como Galak, no estuvieron en la guerra pero pervierten, en pocos párrafos, lo sucedido en 1982 en Malvinas. Lo confirman los deslices del periodista al poner como sujeto a “la Argentina” y no a la dictadura, así como de interpelar a “la clase política” porque “tiene mucho que esconder” en cambio de abordar el discurso de La Nación durante la dictadura y particularmente en la cobertura del conflicto bélico.

Pero hay un aspecto referido a “la Argentina” que va más allá de discriminar las responsabilidades de quienes mandaron soldados conscriptos poco instruidos a un escenario bélico. Concretamente, la idea, generalizada en estas latitudes, de que los británicos salieron menos lastimados que los argentinos. Esa creencia se basa en distintas verdades consabidas: que son un Imperio acostumbrado a la guerra, que salieron victoriosos del conflicto y que, además, sus soldados profesionales están entrenados física y mentalmente para matar y morir.

Los suicidios, lejos de ser un problema exclusivo de los argentinos –derrotados–, afectaron también a los soldados victoriosos. Un artículo del Daily Mail –segundo periódico más leído de Gran Bretaña y tabloide, al igual que La Nación– publicado cuando se cumplían 20 años del conflicto y no 30 como ahora, consignaba que una “shockeante y poco conocida historia en la guerra de Malvinas se conoce hoy: más veteranos se suicidaron que el número de soldados muertos en acción”. El artículo, al igual que el de Galak cuatro años después en La Nación, tomaba como base el suicidio de “un héroe de guerra” inglés. La cantidad de veteranos ingleses que se quitaron la vida era –en 2002– de 264, mientras que los caídos “en servicio activo” habían sido 255. La elaboración de estos datos fue brindada por la South Atlantic Medal Association (Asociación de la Medalla del Atlántico Sur), una asociación que entrega a sus socios –ex combatientes– una insignia colgante con la cara de la Reina Isabel que lleva como inscripción Dei Gratia Regina (Reina por la gracia de Dios). Es decir, la escena resulta por lo menos bizarra: una organización identificada con el imperio que manda a la guerra es la misma que revela las consecuencias del conflicto una vez que se silencian los cañones.

¿Qué hizo la Argentina? Un diálogo con Silvia Bentolila, médica psiquiatra, resultó para este cronista muy ilustrativo de cómo fueron atendidos –o contenidos– muchos veteranos de guerra. En 1997, cuando Bentolila era jefa de servicio en el Hospital Paroissien de La Matanza, se creó un programa de atención a ex combatientes. Los primeros que se acercaban al hospital trabajaron con los médicos y psicólogos no sólo para tratar sus propias situaciones del llamado estrés postraumático, sino que también actuaron como mediadores con otros ex soldados que estaban aislados –mayoritariamente deprimidos– y a los que estimularon para tomar contacto con el programa. Tuvieron un 0800 que funcionaba las 24 horas y atención a los pacientes durante ocho horas diarias. Los médicos llevaron la experiencia al resto la Región Sanitaria VII y se expandió a otros hospitales bonaerenses. Fue la salud pública la que se ocupó de los malvineros precisamente en un momento donde todo era privatizado, incluso mientras el ministro de Salud de la Nación era Alberto Mazza, un empresario del negocio de la hotelería hospitalaria privada de lujo que tocaba la misma melodía que sonaba en todas las otras áreas. Quizá no haya un relato épico de lo actuado por los médicos y psicólogos de un hospital matancero. Pero convendría tomar dimensión de algo más grave que las propias limitaciones, que sin duda las hubo, respecto de haberle abierto las puertas a los veteranos.

Es cierto que por muchos años la sociedad argentina estuvo desmalvinizada. Por diferentes motivos, por diferentes prioridades. Ahora, más allá del calendario, sucede que Gran Bretaña vio agotadas sus reservas de petróleo en el mar del Norte y todo indica que detectó reservas en la zona de Malvinas. Esto, sumado al discurso autoritario y belicista de David Cameron, llevó al gobierno argentino a ser más enérgico en el tema. Entonces, cabe preguntarse si esta reafirmación de la voluntad de soberanía en las islas puede reavivar los fantasmas de guerra, especialmente entre quienes estuvieron en el frente. La respuesta no puede ser unívoca pero requiere de atención: la sensibilidad de quienes quedaron perturbados por la guerra puede verse alterada, seguramente de maneras muy distintas y sería muy pertinente que los servicios de salud pública para los veteranos se reactiven. Sin perjuicio de ello, lo mejor que puede pasar, tanto a quienes estuvieron en el frente como quienes no, es aventar fantasmas de posibles conflictos bélicos. El reclamo de soberanía del Gobierno es pacífico, recurre a los mecanismos diplomáticos y a la solidaridad de los pueblos latinoamericanos, que conocen en sus historias los mismos tipos de atropellos imperiales de los que somos objeto los argentinos y no sólo por Malvinas.

La náusea. Las guerras constituyen circunstancias extremas en las sociedades humanas. Desmoronan los vínculos, crean héroes de personas ordinarias, terminan con las vidas. Las naciones constituyen la categoría cultural de identidad más extendida entre los humanos y son, además, los ámbitos en los cuales algunos humanos pueden relacionarse con otros humanos en espacios tales como las Naciones Unidas, la Organización Mundial de Comercio o el Banco Mundial. También tiene organismos específicos para regular los conflictos bélicos y allí aparece la importancia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, donde cinco naciones tienen el privilegio de ser miembros permanentes. Estas categorías de naciones son, entonces, imprescindibles. Tienen, a la hora de los escenarios de guerra, tanta importancia como los cañones o los barcos. Es más, una diplomacia firme y decidida puede lograr triunfos que jamás podrían conseguirse mediante un conflicto armado. En ese sentido, vale la pena rescatar un concepto tratado por Hanna Arendt y que es la identificación de las elites sociales con “el populacho”, un concepto peyorativo pero que intenta dar cuenta de que la apelación al patriotismo o al militarismo suele ser una retórica impulsada por los poderosos y tomada por sectores medios empobrecidos o directamente sectores populares.

La guerra no sólo es nauseabunda en los escenarios donde se mata gente. Lo es después. Las cifras de suicidios entre ex combatientes argentinos y británicos son indicativas de que no sólo perdura en el tiempo en la eliminación de vidas, sino que puede ser cruel con victoriosos y derrotados, con profesionales de la guerra o con colimbas voluntariosos. La lucha por la soberanía no es un fantasma bélico. Es un reclamo legítimo de una comunidad nacional –Argentina– que no va a ser apoyada por los ciudadanos de otra comunidad, la británica. Eso no debería alimentar los fantasmas de la guerra. Antes de pensar, por ejemplo, que es importante ganarle a los ingleses en un match deportivo, sería bueno tener presente que la locura de la guerra llevó a muchos argentinos y a muchos ingleses a no poder seguir viviendo y eligieron ser sus propios victimarios.

“No sirve ser exportadores primarios”

El crecimiento de la minería da lugar a un encendido debate. Dos especialistas dan su visión sobre el proceso argentino.

El boom de la megaminería en la Argentina, que comenzó a fines de los ’90, despierta posturas contrapuestas, algunas de ellas encendidas, como decirle no a la actividad o, en el otro extremo, la defensa que encarnan las empresas y algunos gobiernos de las provincias donde se explotan esos recursos. Otros especialistas analizan de qué forma la minería puede generar desarrollo económico. Desde una posición crítica, Gian Carlo Delgado Ramos, doctor en Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de México (UNAM), y Marcelo Giraud, geógrafo de la Universidad de Cuyo, convocados para un debate que organizó el Instituto Argentino para el Desarrollo Económico (IADE), conversaron con Página/12 sobre el tipo de explotación minera en América latina.

Roosevelt, el New Deal y la vía Argentina

Hoy en la Argentina comienza a tenerse presente el rol de un Estado activo en el proceso económico. Sin embargo, observamos que desde sectores imbuidos del pensamiento neoliberal de los grupos dominantes que impulsó al golpe de Estado de 1976 y que se acentuó en la pasada década del ’90 del siglo XX, con el apoyo de nostálgicos personajes que perdieron el tren de la historia, ahora las critican y postulan reiterar la receta que nos llevó a la crisis de 2001/2002. Marginan la crisis que actualmente ocurre en los países de alto desarrollo y también las dolorosas recetas que sufrirán esos pueblos, por intentar revivir el anarco-capitalismo, y oxigenar el sistema financiero, su núcleo promotor.

Las circunstancias que está padeciendo el mundo ante el rotundo fracaso del paradigma del mercado para unos pocos como motor del proceso económico, requiere pensar otros medios o instrumentos de política económica que posibiliten el desarrollo económico y social, y terminen con un orden social injusto.