A 35 años de "La Noche de los Lápices"
Este 16 de septiembre de 2011 se cumple un nuevo aniversario de uno de los episodios más aterradores de los producidos por la dictadura: el secuestro y desaparición de estudiantes secundarios de la ciudad de La Plata. La mayoría de ellos estudiaban en los colegios de la UNLP.
Un nuevo aniversario, el n° 35, se cumple hoy de uno de los episodios más aterradores de los producidos por la dictadura cívico militar que gobernó la Argentina entre 1976 y 1983: “La Noche de los Lápices, como se conoció al operativo de secuestro y desaparición de estudiantes secundarios de la ciudad de La Plata. Tenían entre 16 y 18 años, y la mayoría de ellos estudiaban en los colegios de la Universidad Nacional de La Plata.
Como todos los años, cientos de estudiantes marcharán para recordarlos, con la consigna “los lápices siguen escribiendo”, por las calles de La Plata y de muchas ciudades del país. Los establecimientos de la UNLP (Colegio Nacional, el Liceo Víctor Mercante y Bachillerato de Bellas Artes), donde estudiaron algunos de los alumnos secuestrados y desaparecidos, también llevarán adelante actividades institucionales de homenaje.
La comunidad de la Universidad Nacional de La Plata tiene 765 víctimas asesinadas y/o detenidas desaparecidas durante el terrorismo de Estado. En este día, la Universidad Nacional de La Plata reafirma su compromiso en la defensa irrestricta de los derechos humanos y en la lucha por la memoria, la verdad y la justicia.Treinta y cinco años después de los hechos, algunos de los principales responsables de los secuestros, torturas y desapariciones de estos jóvenes han comenzado a ser juzgados el pasado lunes 12 por el Tribunal Oral Federal N° 1 de La Plata, en la causa conocida como “Circuito Camps” y en la cual la Universidad Nacional de La Plata participa como querellante.
En septiembre de 1976, grupos de tareas del Ejército y de la Policía de la Provincia de Buenos Aires irrumpieron en los domicilios de diez estudiantes secundarios, secuestrando a Francisco López Muntaner, María Claudia Falcone, Claudio de Acha, Horacio Ángel Ungaro, Daniel Alberto Racero, María Clara Ciocchini, Pablo Díaz, Patricia Miranda, Gustavo Calotti y Emilce Moler. De ese grupo, sólo cuatro lograron sobrevivir: Díaz, Miranda, Calotti y Moler.
Los jóvenes secuestrados en La Noche de los Lápices tenían militancia política: en la Unión de Estudiantes Secundarios (peronista), la mayoría, y en la Juventud Guevarista. Un año antes, en la primavera de 1975, habían participado de las movilizaciones que reclamaban por el Boleto Estudiantil Secundario (BES). El 1° de septiembre de 1975 el Consejo Deliberante de La Plata tomó el proyecto presentado por el concejal Rodolfo Mariani sobre el Boleto Estudiantil. La idea era establecer una tarifa reducida para todos los alumnos secundarios y de escuelas nocturnas. Al no obtener respuestas gubernamentales, los estudiantes debatieron en asamblea y programaron una manifestación para el día 5. Los secundarios se concentraron en las puertas del Ministerio de Obras Públicas, en 7 entre 58 y 59, para entregar a las autoridades el petitorio en el que la Coordinadora Estudiantil exigía un BES de un peso. La tarde terminó con empujones, bomba de gases lacrimógenos contra los estudiantes y la posterior desconcentración violenta.
En marzo de 1976, bajo el gobierno militar, la Coordinadora de Estudiantes Secundarios (CES) convocó a la resistencia contra el golpe. Hacían reuniones clandestinas y planificaron varias estrategias para seguir en contacto entre todos los estudiantes. Pero el reagrupamiento era difícil en esas condiciones. El panorama educativo cambió radicalmente: se habían instalado policías en los techos de "La Legión", del Normal N° 3 y del Liceo Víctor Mercante. El Colegio Nacional estaba rodeado de patrulleros y pedían documento a todos los que ingresaban, al igual que el Colegio Bellas Artes. Los centros de estudiantes funcionaban clandestinamente y las reuniones se hacían en los bares, parques y plazas o en las casas de los militantes.
En la madrugada del 16 de septiembre de 1976 se puso en marcha en La Plata el operativo de la dictadura y los jóvenes secuestrados fueron destinados a diferentes centros clandestinos de detención, donde fueron torturados: Arana, el Pozo de Banfield, la Comisaría 3 de Valentín Alsina y la Unidad 9 de La Plata fueron algunos de los centros donde fueron mantenidos en cautiverio.
El testimonio de Pablo Díaz en el Juicio a las Juntas, en 1985, primero, y luego la publicación del libro “La Noche de los Lápices”, de Héctor Ruiz Nuñez y María Seoana, y de la exhibición de la película, dirigida por Héctor Olivera (ambos de 1986), sirvieron como intensos difusores de los sucesos. Por otro lado, desde el regreso a la democracia, las calles de La Plata, Buenos Aires y muchas ciudades argentinas son testigos de las movilizaciones realizadas año a año por los centros de estudiantes de colegios secundarios, universitarios, docentes, organismos de derechos humanos y organizaciones políticas y sociales, en las que se recuerda y homenajea a las víctimas del terrorismo de estado y se reclama “memoria, verdad y justicia”.
En este sentido, debe mencionarse que en 1988 la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires sancionó la Ley 10.671, que establece la fecha del 16 de septiembre como el “Día de los Derechos del Estudiante Secundario”. La norma, además, incluyó la indicación a la Dirección General de Cultura y Educación para autorizar y promover que se desarrollen “clases alusivas a esta conmemoración, al tema Democracia y Derechos Humanos, brindando información sobre los sucesos acaecidos el 16 de septiembre del año 1976, remarcando la importancia de los valores democráticos en contraposición a la arbitrariedad de los regímenes dictatoriales”. Además, se autoriza a los Centros de Estudiantes, a realizar toda actividad cultural y/o deportiva tendiente a conmemorar lo especificado.
Posteriormente, en noviembre de 2006, el presidente Néstor Kirchner elevó a la Cámara de Diputados de la Nación un proyecto de ley para establecer el día 16 de septiembre como Día Nacional de la Juventud, aprobado en comisiones pero no tratado por el cuerpo. Los fundamentos del proyecto expresan que “la elección de esa fecha para representar el Día Nacional de la Juventud trasciende el dato histórico y busca establecer el hecho simbólico (…) Se propone, así, instituir un Día Nacional de la Juventud que tenga por objeto que los jóvenes de nuestro país se reconozcan como protagonistas de su propia historia, sujetos de deberes y de derechos, ejerciendo plenamente su libertad y sus potencialidades, y manteniendo la lucha, siempre interminable, por una patria para todos”.
Los estudiantes de La Noche de los Lápices
Claudio de Acha. Nació el 21 de septiembre de 1958. Ingresó al Colegio Nacional en 1972. En 1974 se incorporó en la UES. Fue secuestrado el 16 de septiembre de 1976 a los 17 años, continúa desaparecido.
María Claudia Falcone. Nació el 16 de Agosto de 1960. Ingresó al Bachillerato de Bellas Artes en 1973. Militaba en la UES. La secuestraron el día 16 de septiembre de 1976 a los 16 años, continúa desaparecida.
Horacio Ungaro. Nació el 12 de mayo de 1959. En 1971 ingresó a la Escuela Normal Nº 3. Militaba en la UES. Lo secuestraron el 16 de septiembre de 1976, tenía 17 años, continúa desaparecido.
Daniel Alberto Racero. Nació el 28 de Julio de 1958. Ingresó en 1971 a la Escuela Normal Nº 3. Un año después se incorpora al Movimiento de Acción Secundaria (MAS) y en el verano del ‘73 a la UES. En 1976 se inscribió en el Industrial Modelo de Berisso para cursar Tornería Mecánica. Lo secuestraron el 16 de septiembre de 1976 a los 18 años, continúa desaparecido.
María Clara Ciocchini. Nació el 21 de abril de 1958. Estudiaba en el Bachillerato de Bellas Artes y en 1973 se incorporó a la UES. La secuestraron el 16 de septiembre de 1976 a los 18 años, continúa desaparecida.
Francisco López Muntaner. Nació el 7 de Septiembre de 1960. Ingresó en 1974 al Bachillerato de Bellas Artes. Militaba en la UES. Lo secuestraron el 16 de septiembre de 1976, tenía 16 años, continúa desaparecido.
Pablo Díaz. Nació el 26 de junio de 1958. En 1972 ingresó al colegio José Manuel Estrada. Militó en la Juventud Guevarista. Lo secuestraron el 21 de septiembre de 1976. Estuvo detenido a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y liberado en 1980.
Emilse Moler. Alumna del Bachillerato de Bellas Artes. Militante de la UES. Fue secuestrada el 17 de septiembre en su casa, a los 17 años. Estuvo detenida a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y liberada en 1978.
Patricia Miranda Alumna del Bachillerato de Bellas Artes. No tuvo militancia política. La secuestraron el 17 de septiembre de 1976, a los 17 años. Estuvo detenida a disposición del Poder Ejecutivo Nacional hasta 1978.
Gustavo Calotti. Estudiante del Colegio Nacional, había militado en la UES pero en 1976 ya se había desvinculado y estaba más próximo a agrupaciones de izquierda. Era empleado de la Policía bonaerense cuando fue secuestrado el 8 de septiembre de 1976. Estuvo a disposición del Poder Ejecutivo Nacional hasta 1979.
“Felizmente, una de sus abuelas pudo conocerla”
Estela de Carlotto contó que Laura “tiene una familia que la estuvo buscando siempre”. Nació en la ESMA en 1978 y es hija de Susana Siver y Marcelo Reinhold. Ella misma tenía sospechas sobre su identidad y se había acercado a Abuelas hace cuatro años.
“La historia de Laura es igual y distinta de la de tantos nietos que han recuperado su identidad. Tiene una familia que la estuvo buscando siempre, tíos, primos, y felizmente, tiene a una de sus abuelas que pudo conocerla, que no está bien de salud, pero gracias a Dios pudo alcanzar a abrazar por lo menos a una partecita de su hijo, que es Laura.” Estela de Carlotto anunció así, en la Casa de las Abuelas de Plaza de Mayo, la restitución de Laura Reinhold Siver, la nieta 105, como dijo, “un número que da la dimensión de los logros”. Como en cada uno de estos anuncios, que confirman, por un lado, los efectos de una dictadura que no se acaban y, por otro, que algunas de sus secuelas sanan, los tíos y primos de Laura estuvieron en la conferencia de prensa para intentar explicar algo de lo que sucedió durante estos años de espera. Ante cámaras y micrófonos de medios de todo el país, el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, agradeció especialmente a los sobrevivientes del centro clandestino de la ESMA, que estuvieron con los padres de Laura y dieron cuenta de los primeros datos para encontrarla.
La nieta 105 y la lucha por la identidad
Laura Reinhold Siver fue recuperada por Abuelas de Plaza de Mayo. Su familia la buscó durante más de tres décadas.
El martes 2 de agosto, Estela de Carlotto marcó el teléfono de Adriana Reinhold. En sus manos tenía los resultados de los análisis de ADN del Banco Nacional de Datos Genéticos (Bndg). “Tengo que darte una noticia”, le avisó, con voz neutra. Adriana pensó que se trataba de una novedad sobre el juicio por el plan sistemático de robo de bebés. Hizo una pausa, y se lo dijo: “Encontramos a Laura”. Adriana, entonces, pegó un grito. Sus compañeros de trabajo se acercaron para ver qué le pasaba. Ahora lloraba, pero de alegría. Risas y lágrimas, la combinación que quizá mejor refleje esa epifanía llamada felicidad. “Cuando te tranquilices, vení que te estamos esperando”, escuchó que le decía Estela, con tono maternal.
El anuncio oficial de las Abuelas de Plaza de Mayo fue el lunes pasado, en su sede central del barrio de Balvanera. Adriana, tía paterna de la nieta recuperada número 105, participó de la rueda de prensa junto a su familia. En los diarios del día siguiente se la vio junto a Carlotto, sosteniendo una añeja fotografía de su hermano Marcelo Reinhold y su cuñada Susana Siver, los padres biológicos de Laura, asesinados en la Esma. La nueva nieta recuperada tiene 34 años, está casada y tiene dos hijos. Es médica. Y todavía no está preparada para enfrentar las cámaras, y algunas cosas más.
“Después del nacimiento de mis dos hijos, fue el momento más importante de mi vida”, subraya Adriana, ahora, frente a Miradas al Sur, en el bar de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, en Congreso. Una pantalla la televisión pública transmite el cierre de campaña de la Presidenta de la noche anterior. Las Abuelas, sabias y respetuosas, cada vez que se recupera un nieto, lo primero que hacen es dejarlo a solas con su nueva familia, desarmada por la emoción. Fue el miércoles 3 de agosto que Adriana y su familia se abrazaron con Laura dentro de la enorme sala de reuniones de Abuelas. Apenas la vio, reconoció en su cara los rasgos de su hermano. “Y, como yo –explica–, ella también tiene rulos, pero rubios, como su madre.” Una hora y media duró el encuentro. Después, entraron las abuelas y los nietos. Y Balvanera fue una fiesta.
Adriana, Augusto y Marcelo Reinhold se criaron en Haedo. Ella y Augusto militaban en el Partido Comunista. Marcelo se acercó al peronismo en el secundario, y en Derecho de la UBA, entró a la JP. “Ahí es que la conoce a Susana, mi cuñada”, relata Adriana, antes de pedirle dos cafés a la moza.
Corría el año ’75. Marcelo y Susana se casan. Adriana tenía veinticinco años y una beba. En esos años a su hermano lo detienen por tres días, y este hecho implicaría una saña especial dos años después, en el ’77, cuando lo secuestraron de manera definitiva. “No soportaban que mi hermano haya vuelto a militar habiendo sufrido el secuestro del ’75”. En el ’77, Adriana trabajaba en un Pami intervenido y junto a su esposo esperban un segundo hijo.
Durante la tarde del 14 de agosto de 1977 la vida de la familia Reinhold cambió para siempre. Marcelo, Adriana y otros amigos se habían juntado en la casa de sus padres, que estaban en Mar del Plata, para entretenerse con unos juegos de mesa y planificar una despedida de soltero. A las tres de la tarde Marcelo le dijo a su hermana que salía un rato, y se fue junto a un compañero, también militante de Montoneros. A eso de las siete, Adriana se va. “Tipo siete y media –cuenta Adriana–, una patota del Servicio de Inteligencia Naval (SIN) irrumpió en la casa, buscando a Marcelo.” Formaron a las mujeres de un lado y a los varones del otro. “Sobre un piano que había en el living pusieron una radio de la que recibían información desde la calle”, recuerda Adriana. “Se preguntaban entre ellos si a cambio de Marcelo se llevaban a Augusto.” Al rato, desde la radio, llega el aviso de que habían capturado a Marcelo. Más tarde secuestraron a Susana, en la casa de sus padres, en Parque Chas, embarazada de cuatro meses.
“A partir de ahí, el peregrinaje”, apunta Adriana. La comisaría de Haedo, el juzgado de Morón, el Ministerio del Interior. Las guitarreadas que solían llenar de alegría el caserón de Haedo se apagaron para siempre. El padre se enfermó, y la madre no quería hablar del tema. “Nos sentíamos muy solos”, recuerda, mientras posa la mirada en el ventanal de la entrada del enorme local de las Madres.
Su hermano, en noviembre del ’77, y desde la Esma, llamó a la casa de sus padres. Adriana estaba ahí. “Quédense tranquilos que en un tiempo voy a andar por allá”, le susurró con tono forzado a la madre, que temblaba frente al auricular. “Y cuando escuchó mi voz, quebró”, relata Adriana. Antes de cortar les avisó que volvería a llamar a la semana. Así lo hizo, y esa vez, también estaba la familia de Susana. “Un tío de mi cuñada, que trabajaba en la vieja Entel, trajo un aparato con el que quiso pinchar el teléfono, para saber dónde estaba Marcelo”, rememora Adriana.
La primera pista acerca de Laura nació de la boca de un informante que nunca supieron quién era, confía Adriana, después de pegarle un sorbo al café. La información llegaba por medio de un amigo del padre que tenía dos hijos detenidos-desaparecidos en la Esma. Y es ese amigo el que le comunicó al padre de Adriana, en enero del ’78, y por medio de su informante, que iba a ser abuelo.
En 1982, la madre de Adriana se acercó a Abuelas para denunciar la apropiación de su nieta. Ya sabían que era una nena porque contaban con una información clave aportada por Sara Osatinsky, secuestrada en la Esma, quien les confirmó, desde Ginebra, Suiza, el dato que había adelantado el informante un tiempo antes. “Es ella la que nos da en mano una tarjeta que las cuatro embarazadas que estaban secuestradas en Capuchita habían garabateado para sus familias para la Navidad del ’77, incentivadas por los marinos”, detalla Adriana. Las palabras que había escrito su cuñada decían: “El amor que no es todo dolor, no es todo amor”. Osatinsky había logrado fugarse del Centro Piloto de París, lugar al que había llegado por la fuerza con Emilio Massera para contrarrestar la “campaña” que sufría nuestra patria apostólica y romana.
En el 2007, Laura –que dejaría de llamarse así desde el día que la sacaron de los brazos de su madre– se acercó a Abuelas. “Yo creo que se animó –arriesga Adriana– porque ya se había independizado y había sido madre.” En ese momento, Laura puso las patas en el barro, indagó, pero cuando le pidieron sus datos, no dijo una palabra y se fue. En abril de 2011, en Abuelas cruzaron datos de una investigación y apareció Laura, sin saber que era la misma chica de cuatro años atrás. Abuelas la contactó y la invitó a hacerse los estudios en la Conadi, la Comisión Nacional para el Derecho a la Identidad. En el mes de julio, entonces, ahora sí, Laura se tiró a la pileta.
• IDENTIDAD. “Yo conozco mi historia, pero Laura está elaborando su propio pasado”
En la mitad de la conversación entre Adriana Reinhold y Miradas al Sur apareció un muchacho de unos treinta años, en muletas, padre de dos nenas, que contó que había sufrido un accidente y que no tenía ayuda de nadie. Mostró una herida debajo de la remera, y ofrecía vender pastillas perfumadas para el inodoro. Adriana le preguntó si cobraba una pensión por invalidez. Él dijo que sí, pero en provincia. “Andá a gestionar una en Nación, acá a dos cuadras”, le aconsejó. Se refería a su lugar de trabajo: la Comisión Nacional de Pensiones Asistenciales. También le preguntó si estaba cobrando la Asignación Universal por Hijo. “Sí”, confirmó él, antes de despedirse.
Adriana está viviendo momentos únicos, y no sólo en el plano emocional. “Me llamaron hasta de una radio de Israel”, grafica. “Me está llamando gente no veía hacía veinte años.” La vorágine y la ansiedad se la están comiendo. “En cualquier momento me pongo en manos de los psicólogos de Abuelas porque me va a fulminar un ACV”, confía.
Con su sobrina Laura se vieron el miércoles pasado en Abuelas y luego el domingo, en la casa familiar de Haedo. A partir de ese día, Adriana tiene que atarse las manos para no llamarla cada media hora. “Tengo miedo que desaparezca ella”, dice. Y recalca que la elección del verbo no es casual. Toda su generación quedó marcada hasta el final de sus días por las secuelas de la persecución. “Yo conozco mi historia, sé muy bien quién soy, pero ella está elaborando su propio pasado, me pide fotos, nombres, y yo lo que quiero es que dentro de no mucho me diga tía, y que se quede a dormir en casa.”
Homenaje a las víctimas del Terrorismo de Estado de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires
El pasado 30 de marzo la Comisión por la Reconstrucción de la Memoria de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires realizó, junto a diversas agrupaciones, un multitudinario acto de homenaje a las víctimas del terrorismo de estado que integraron esa casa de estudios.