Guerra comercial, proteccionismo, crisis
El 2 de abril Trump anunció un arancel universal del 10% sobre todos los productos importados a EEUU. A este arancel se sumaron tasas del 20% para las importaciones desde la Unión Europea; 34% para las provenientes de China; 46% a Vietnam; 32% a Taiwán; 24% a Japón. China reaccionó elevando las tarifas de los productos provenientes de EEUU un 35%. En respuesta EEUU las subió al 104%; China ahora las lleva al 84%,
Las acciones en Wall Street y el resto de las bolsas se desplomaron. De acuerdo a Bloomberg, la pérdida de capitalización bursátil en todo el mundo alcanza (al 8 de abril) los 10 billones de dólares. Hay fundados temores a una recesión, o depresión, de alcance global. Ben Casselman escribe en el New York Times: “La abrumadora mayoría de los inversionistas cree que los aranceles de Trump y las represalias de sus socios comerciales provocarán un aumento de los precios, un menor crecimiento y, posiblemente, una recesión mundial”. En EEUU ya aparecen síntomas de recesión, aumento de precios y caída del ingreso de los hogares. Según Tax Foundation, las tarifas aduaneras podrían costar a cada hogar estadounidense unos 2100 dólares anuales. Es solo un pequeño anticipo. Una depresión mundial ocasionará gigantescas pérdidas en términos de empleo, ingresos, condiciones laborales. Esto en el contexto de aumento de las tensiones geopolíticas, probables nuevos conflictos armados; fortalecimiento de movimientos y partidos xenófobos, racistas; y de regímenes autoritarios y ultra reaccionarios.
En lo que sigue presentamos algunas reflexiones sobre el marco y características de esta crisis
Sobreproducción y guerra de precios
En una nota anterior (aquí) presentamos datos acerca de la sobreproducción y guerras de precios que en los últimos años se han extendido a nivel global. En ella escribíamos: “… actualmente hay sobreproducción en ramas enteras de la economía. Un caso muy citado es la actividad inmobiliaria en China: habría unos 7 millones de unidades habitacionales vacías, y que no tienen compradores. Es posible que esto derive en una crisis abierta. También hay sobreproducción, y sobrecapacidad mundial en, al menos, la industria del acero; petroquímica; cemento; paneles solares; semiconductores (memorias NAND y DRAM), transporte naviero de GLN; automóviles (en especial con motores de combustión); y baterías de litio”.
El ascenso del proteccionismo fue de la mano de la exacerbación de la competencia, esencialmente vía presión bajista de precios. Por lo cual, la guerra comercial estaba en desarrollo desde antes de que Trump asumiera su segunda presidencia. Así, ya en los últimos meses del gobierno de Obama Beijing se quejaba por las tarifas estadounidenses a las importaciones de acero, automóviles y neumáticos. Washington, a su vez, acusaba a Beijing de mantener el renminbi, artificialmente bajo y por subsidios estatales a la exportación de automóviles y partes.
Luego, en junio de 2018, Trump impuso tarifas del 25% sobre bienes importados desde China por un valor de 50.000 millones de dólares. En respuesta China aumentó las tarifas, y la espiral continuó hasta que ambos países llegaron a un acuerdo en 2020. Pero más tarde el gobierno de Biden impuso tarifas a la importación desde China de vehículos eléctricos. Según Washington, era una respuesta a la práctica de China de alentar a los fabricantes de autos a una política de bajos precios, al tiempo que establecía tarifas del 40% a la importación de autos fabricados en EEUU. El gobierno de Biden acusaba a China de «inundar los mercados globales con exportaciones a precios artificialmente bajos” (CNN 23 mayo 2024).
También en Europa aumentaron las guerras de precios y las medidas proteccionistas. Por caso, en 2023 la Unión Europea acusaba a China por subvenciones gubernamentales a la producción y exportación de automóviles. Las fábricas alemanas no podían competir en precios con los vehículos eléctricos provenientes de China. Según la Comisión Europea, un VE fabricado en China era un 20% más barato que otro similar fabricado en Europa. Sin embargo, Volkswagen y Mercedes Benz se oponían a la imposición de tarifas por temor a represalias chinas.
Son ejemplos salientes de un fenómeno que tiende a generalizarse: la sobreproducción, característica del modo de producción capitalista. En la nota citada, escribimos: “… es difícil entender las guerras de precios en curso, y el aumento del proteccionismo y de las tensiones geopolíticas –en primer lugar, entre EEUU y China-, si se sigue negando la centralidad de la sobreproducción como manifestación de las contradicciones del capitalismo”.
El proteccionismo profundiza la crisis
En entradas dedicadas a la teoría marxista de las crisis hemos enfatizado que las crisis de sobreproducción son inevitables en el modo de producción capitalista. Pero esto no implica negar que una crisis de sobreproducción puede empeorar, y mucho, por una mala política gubernamental.
Un ejemplo es lo ocurrido en los 1930. Es que frente a la caída de la producción y las presiones deflacionarias los gobiernos recurrieron a tarifas, cuotas para las importaciones y controles de cambios, todo lo cual redundó en el agravamiento de la depresión. Una muestra de esa política fue la Ley de Aranceles Smoot-Hawley, de EEUU, aprobada en 1930. Peor aún, en 1931 estalló una crisis financiera -con centro en Austria y Alemania- que llevó a la formación de áreas monetarias (de la libra, el franco, el yen, más el bloque del oro) relativamente autónomas. Muchos gobiernos aumentaron las tarifas aduaneras y recurrieron a devaluaciones competitivas. El mercado mundial se fracturó y se desató una espiral contractiva y deflacionaria global, de hondura gigantesca. En EEUU la crisis recién comenzó a superarse en la primavera de 1933.
Volviendo a la actual crisis, es imposible predecir su desarrollo concreto, y resultado. Pero sí esbozar algunas líneas de posible desarrollo. En este respecto una de las primeras cuestiones a señalar es que la escalada proteccionista y la guerra comercial ocurre en una economía que en los últimos 50 años se ha mundializado a niveles nunca antes alcanzados. En particular, se ha mundializado la producción. En Valor, mercado mundial y globalización hemos enfatizado este cambio, que también señalaron otros autores. Subrayamos: la mundialización no se limita a las fases de la circulación (M-D y M’-D’, según la notación marxista habitual) sino comprende el proceso productivo, o sea, la producción de valor y plusvalor. Las cadenas globales de valor son una expresión de este proceso. También lo es la diversificación de las fuentes de aprovisionamiento del capital; y de los mercados para la realización del valor.
Lo importante para lo que nos ocupa es que la internacionalización de las fuerzas productivas ha alcanzado tal nivel que, materialmente, hace muy difícil, por no decir imposible, volver a encerrarlas al interior de las fronteras nacionales (o al interior de regiones). En los últimos 50 años el comercio creció a una tasa sistemáticamente superior a lo que lo hizo el producto bruto nacional. Los flujos de capital también se internacionalizaron. La relación capitalista se extendió (incluso a los territorios del «socialismo real»). Creció la participación en el producto mundial de países atrasados y de desarrollo medio. También aumentaron los flujos de inversiones entre ellos. Todavía en los 2010 se asistió a la firma de nuevos tratados, como el EU-Japan Partnership Agreement y la formación de Trans Pacific Partnership Agreement, con la participación de 12 naciones (aunque sin EEUU). Dado el nivel de mundialización de los mercados y el capital, el intento de revertir este proceso a fuerza de tarifazos aduaneros solo exacerbará la crisis.
Agregamos: el capital es una relación social (de explotación) objetivada en medios de producción y, durante el proceso productivo en trabajo vivo, generador de la plusvalía. Son construcciones y plantas productivas, maquinarias, complejos tecnológicos, preparación de fuerza de trabajo con habilidades y conocimientos especializados. ¿Cómo se puede pensar que todo este gigantesco dispositivo productivo sea pasible de ser reconducido al interior de las fronteras nacionales, así sean estas las de EEUU? Solo en las abstracciones de la economía neoclásica el «capital» es una gelatina que puede cambiar sin costo de forma y ubicación más o menos instantáneamente. En la realidad del capitalismo eso no existe.
Por ejemplo, en el norte de México hay unos 900.000 trabajadores que producen todo tipo de mercancías (automóviles en primer lugar) con destino a EEUU. Es imposible que semejante fuerza laboral, y los medios de producción que pone en movimiento, sean reproducidos de la noche a la mañana al otro de la frontera. Aquí entra lo que se conoce como la «sendero dependencia». Una vez emprendido cierto sendero -tecnológico, productivo, de realización del valor en el mercado- es imposible revertirlo sin costos. Y menos todavía si se trata de la economía mundial. No se cambia «de sendero», a nivel global, como quien cambia de camisa. Una circunstancia que reconocen los mismos capitalistas. Por ejemplo, Autos Drive America, que representa a los fabricantes de automóviles extranjeros en EEUU (Toyota, Volkswagen, BMW, Honda y Hyundai) dijo recientemente que no puede reconfigurar sus cadenas de suministro de manera inmediata, y advirtió que prescindir de la importación de partes de automóvil aumentaría, y en mucho, sus costos de producción.
Para concluir
Terminamos estas notas provisorias señalando que, entre las dinámicas a considerar pueda haber todo un período de formación de bloques comerciales, cuyos ejes fueran EEUU, China y, tal vez en un rol más atrás, la UE. Esto en un escenario de mayor confrontación y violencia. El aumento dispuesto por Trump de las tarifas aduaneras va en esta dirección. Pero también las amenazas y presiones de Washington sobre Panamá, Canadá, Groenlandia; o su apoyo al genocidio que está llevando adelante Israel contra los palestinos; y el respaldo a la agresión rusa a Ucrania. La presión sobre Argentina para que cancele el crédito swap que tiene establecido con China es otra manifestación, aunque de incomparablemente menor entidad, de la misma política.