La película de la crisis yerbatera la vimos en el ´36, ´66, ´75, ´2001 y 2008, ¿vuelve ahora?

Guillermo Alejandro Gering

La crisis que atraviesan los productores de yerba mate por estos tiempos, acompañadas de un clima creciente de malestar social y manifestaciones conflictivas, no son una novedad.

Se trata de un episodio recurrente bajo distintos signos de las fechas del tiempo, de la memoria de gobernantes y políticas económicas implementadas.

Si las distintas crisis de la yerba mate fueran una efeméride, podríamos tener cada tanto alguna conmemoración negativa de los efectos que conlleva. La película ya la vimos, de las sucesivas crisis: 1936, 1966, 1975, 1989, 2001, 2008, ¿2024-2025? 

Estas crisis en ocasiones se las denomina de sobreproducción (“hay sobre producción”, “no existe la sobreproducción”, discuten los misioneros…) y comienzan cuando por exceso de la oferta de materia prima (hoja verde), ocasiona efectos en el deterioro de los precios comerciales y por la competitividad del sistema que, en consecuencia, genera el desplazamiento de la actividad agraria por la agroindustrial. En palabras simples, el sector industrial crece a expensas del agrario, cuya manifestación más clara es la suba o mantenimiento constante de los valores de precios en góndola por sobre los de materia prima, que experimenta el fuerte deterioro y caída. 

Al contrario, también pueden existir crisis de déficit que se producen cuando el efecto de no poseer capacidades de producción de materia prima suficientes para renovar stocks, genera el alza en los precios, pero no se cuenta con las capacidades tecnológicas y de inversión para resolverlo, como ocurrió entre 1970 y 1991, cuando el consumo llegó a superar a la oferta. Esto había condicionado un marco de acciones entre productores primarios, industriales y gobierno para modificar la situación, en lo que se llamó la Comisión Tripartita de la Yerba Mate, y también de las labores de la Estación Experimental de Cerro Azul (INTA), que mantuvo una activa participación desde los años setenta. 

No es del todo claro en cuál de los dos procesos descritos estamos inmersos. Para que lector tenga en cuenta al juzgar los hechos que se presentan en las últimas semanas, el eje de los asuntos públicos se encuentra con el discurso y acciones de la desregulación desde el DNU 70/23 que dejó en pausa las capacidades del INYM de arbitrar el sector, principalmente en materia de precios. Pero al observar la historia, algunas crisis se produjeron con órganos oficiales de intervención, como en el año 1966 cuando aún existía la CRYM y el sector experimentó una crisis de sobre oferta. Por lo tanto, no es una condición determinante la presencia o no de instituciones regulatorias, más bien responden a la dinámica propia de la economía, y lo que tienen en común es el giro ortodoxo de la economía y la apertura internacional. 

Uno de los problemas centrales de la yerba mate es el tamaño del mercado. La capacidad de producción encuentra su techo en el mercado interno, y no logra encontrar el consumo por medio de los saldos exportables, es decir, conquistar nuevos mercados en el plano internacional.  Entre 1970 y 1991 la producción sufrió un deterioro notable, en donde el consumo superaba a la oferta y solamente en años previos a la desregulación la diferencia en valores absolutos fue cercanas a un déficit de 30 toneladas. Sin embargo, desde 1991 al año 2002, la producción creció de manera constante, al igual que las exportaciones, llegando a valores estimados entre las 350 a 400 toneladas con una demanda real de 200 toneladas. La diferencia llego a saturar el mercado, que ocasionó un desplome de los precios de la materia prima y de canchada. Para quien tenga memoria, recordará los episodios de los tractorazos y la creación del INYM, como nuevo agente interventor luego de las consecuencias del decreto 2284/91. 

En la actualidad, el problema del tamaño del mercado persiste, y hemos visto en las últimas gestiones del entonces existente INYM, que trató de expandir el mercado exportando yerba mate a la India, China, entre otros. El tamaño del mercado es un serio determinante de las capacidades del sector, pues desde 2002 al presente la producción no ha interrumpido su crecimiento, y no parece vislumbrarse los viejos fantasmas de la crisis deficitaria y faltantes de stock como sucedió entre 1970 y 1990. Hay yerba mate de sobra…

A esto se le suma el problema de la atomización de la producción primaria en donde sobreviven unos doce mil productores y una gran cantidad de tareferos, trabajadores temporarios y permanentes (con importante presencia de mujeres y trabajo infantil), que padecen los paros de la zafra al no encontrar otras salidas laborales inmediatas. Con la pauperización de los productores primarios y los trabajadores, aparece nuevamente la palabra en el discurso público: “reconversión productiva”. Esto tampoco es una novedad, debido a los cambios tecnológicos impulsadas en años anteriores, principalmente la mecanización de la cosecha y las plantaciones de alta densidad con mejoras genéticas, transformaron radicalmente el sector. Es probable que nos encontramos ante la presencia de nuevo proceso de expulsión de población rural y erradicación de yerbales improductivos. En el año 2001 se apostó a reconvertir yerbales por otros cultivos como las especies forestales, o también a otros rubros, como la acuicultura. Sea como sea, la idea de reconversión productiva vuelve a ser tendencia y obligará a las autoridades y los sectores a plantearse el interrogante y dilema moral: ¿qué acciones llevaremos a cabo para frenar la expulsión de población improductiva de las chacras misioneras (y correntinas) según lo requiere el libre mercado capitalista?…

La situación actual es el resultado de un proceso más amplio desplegado en el tiempo. Los componentes de la crisis cambiaron, pero conocemos algunas tendencias gracias a la historia y experiencia del sector. La crisis actual responde a determinaciones que sin duda tienen su inicio tras el implemento del DNU 70/2023 que permitió la libre importación de yerba mate a los países limítrofes, la libre negociación de precios entre molineros y productores que los encontró sin acuerdos satisfactorios en esta materia, así como la evasión de mercado y el pago de precios irrisorios de la materia prima, que se desplomó en valores porcentuales menores al 25% entre 2023 y 2024. También se suma los efectos del paro de la zafra a los trabajadores rurales, que dinamizaran la protesta social. El presente año parece profundizar esta tendencia de crisis que tiene el mismo libreto, pero con disntintos personajes. 

 

Fuente: Plan B Misiones - Abril 2025

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