Octubre, siempre rojo

Hace 97 años, un 7 de noviembre, la historia del planeta cambió para siempre. Con la consigna “Todo el poder a los soviets”, es decir, al poder popular, Lenin, al frente del Partido Bolchevique, encabezó a las masas de obreros y campesinos en el inédito y difícil -como bien pronto se reveló- proceso de transición socialista para construir una “sociedad libre de productores libres”, la sociedad comunista.

La importancia de esta revolución radica no solo en que partió a la historia en un antes y un después e impuso una agenda al capital monopolista de Estado, dominante absoluto hasta ese momento. Luego de derrotar a las catorce potencias intervencionistas en la guerra civil de 1918 a 1921, el poder soviético, junto a iniciar una era de construcción pacífica del socialismo, con la derrota política y militar del nazifascismo presentó una alternativa antimperialista a los pueblos e impuso al capitalismo una política para tratar de contenerlo y confrontarlo por medios “pacíficos”: el llamado Estado benefactor.

El día que cambió el mundo

El 9 de noviembre de 1989 caía el Muro de Berlín. Con aquel Muro, se derrumbaba la aspiración de millones de personas a vivir dignamente. Y, si bien no se trató de una victoria del capitalismo por sobre el comunismo –que cayó por su descomposición interna–, ello le dio nuevas fuerzas a Estados Unidos, quien ya no encontró frenos para imponer la globalización económica.

México: “¡no somos corderitos de matadero!”

Debe haber pocos casos de un jefe de Estado entregado durante largas horas a escuchar a los más ciudadanos pobres entre los pobres de su país, para terminar aceptando sus reivindicaciones. Sin embargo, en buena medida gracias a los estupefactos y combativos padres de 43 adolescentes, tal fue la menos uno de los resultados de los atroces acontecimientos que han dejado a México transpuesto desde que los muchachos fueron raptados por policías municipales en el pauperizado estado de Guerrero el pasado 26 de septiembre.

FMI: como no aprender nada en la escuela

La reunión anual del Fondo Monetario Internacional la semana pasada en Washington es reveladora, en el peor de los sentidos, de la incapacidad de sus funcionarios para educarse a partir de las lecciones de la historia. En pocas palabras, el FMI no ha podido aprender nada útil sobre los orígenes y naturaleza de la crisis de 2008. Los aires de importancia y serenidad que adopta la directora gerente del FMI, la señora Lagarde, no engañan a nadie.

Fuera de control: cómo el mundo dejó que el ébola se propagara

Tom Frieden recuerda a la joven de cabellos teñidos de un dorado cobrizo y meticulosamente trenzados, tal vez por alguien que la amaba mucho. La joven yacía boca abajo, con medio cuerpo fuera del colchón. Estaba muerta desde hacía horas, y las moscas ya habían descubierto la carne desnuda de las piernas.

Cerca de ella, yacían otros dos cuerpos. Los pacientes postrados que todavía no habían sucumbido ante la enfermedad decían: "Por favor, llévenselos de acá", en referencia a los cadáveres.

La tercera guerra de Irak

El 11 de septiembre pasado –fecha más que simbólica– el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se dirigió a la nación para anunciar su nueva estrategia militar contra el Estado Islámico (EI) que, según él, representa una “amenaza para todo Medio Oriente”. Obama precisó que las fuerzas estadounidenses atacarían al EI “esté donde esté”, incluso en Siria (1). Esta nueva estrategia pasa por el lanzamiento de ataques aéreos “sistemáticos” contra los yihadistas (2), y el aumento del número de especialistas militares estadounidenses enviados a Irak para apoyar a las tropas iraquíes en cuestiones de adiestramiento militar, inteligencia y equipamiento.

Ébola, una radiografía política

No es cuestión de dimitir o no, sino de autocrítica política y desaparecer de la vida pública: ¿en qué manos estamos?

Bastaría la desapacible historia de Teresa, su marido y el perro para convertir la llegada del ébola a España en un brutal retrato de época. Lo que estamos viviendo y contemplando son una serie de secuencias que confluyen en una pregunta: ¿en qué manos estamos? No se trata tan sólo de haber superado el nivel de incompetencia que suelen practicar los poderes públicos, lo que ya sería mucho, sino la desvergüenza con la que se muestra, se ejerce y hasta se exhibe, con impunidad absoluta.

“En 1976 descubrí el ébola. Hoy temo una tragedia inimaginable”

En declaraciones recogidas por Rafaela von Bredow y Veronika Hackenbroch, periodistas de Der Spiegel, y reproducida por el dominical londinense The Observer, Peter Piot, microbiólogo pionero en la lucha contra el ébola, analiza la historia del virus y la situación actual.

Profesor Piot, como científico joven que trabajaba en Amberes, formó usted parte del equipo que descubrió el virus del ébola en 1976. ¿Cómo sucedió?

Lo recuerdo todavía con exactitud. Un día de septiembre, un piloto de las líneas aéreas [belgas] de Sabena nos trajo un termo azul brillante y una carta de un médico de Kinsasa, en lo que entonces era Zaire. En el termo, escribía, había una muestra de sangre de una monja belga que había enfermado recientemente de una misteriosa dolencia en Yambuku, una remota aldea en la parte norte del país. Nos pidió que examináramos la muestra en busca de fiebre amarilla.