¿Realmente bajó la pobreza en 2024 o estamos midiendo mal la inflación?

Daniel Schteingart

13 preguntas y respuestas para entender, paso a paso, cómo se calcula el IPC y qué tan cierta es la idea de que “la pobreza bajó mayormente porque usamos una canasta vieja“.

Sabemos que la inflación es la suba de los precios de la economía. Lo hemos vivido con mucha intensidad en los últimos años. Pero sabemos mucho menos sobre cómo se mide la inflación. Producto de ese desconocimiento, en la conversación pública circularon afirmaciones que ameritan varias precisiones, como que en realidad “la inflación del primer año de Milei fue mucho más alta que la real, porque están mal ponderados los servicios” o que “la baja de la pobreza se explica porque la inflación está muy mal medida”. Antes de ver qué tan cierto o no es eso, respondamos algunas preguntas básicas.

1) ¿Qué es el IPC, para qué sirve y qué vínculo tiene con la canasta básica?

El Índice de Precios al Consumidor (IPC) es la herramienta principal para medir la inflación. Funciona como un “termómetro” de cuánto aumentan (o, muy rara vez, bajan) los precios de los bienes y servicios que consumimos en nuestra vida cotidiana. Imaginemos que armamos un “changuito” con productos típicos: alimentos, alquiler, servicios de luz y gas, transporte, internet, ropa, etc. El IPC nos dice cómo va variando en el tiempo el costo total de ese changuito.

El IPC está estrechamente vinculado con la canasta básica, aunque no son lo mismo. La canasta básica es como un IPC pero enfocado solo en los consumos más representativos de los hogares de menores ingresos. Por eso, los alimentos suelen tener un peso más alto que en el IPC general. Aun así, ambos indicadores suelen mostrar una evolución parecida.

2) ¿De dónde sale el “changuito” para medir el IPC?

El INDEC utiliza encuestas llamadas ENGHO (Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares). Ahí se releva qué compran y en qué gastan las familias (por ejemplo, en alimentos, ropa, celular, esparcimiento, etc.). Las tres últimas encuestas fueron en:

  • 2004-2005
  • 2012-2013
  • 2017-2018

La ENGHO de 2004-2005 es la que todavía define el changuito para el IPC, aunque esto no significa que los productos ponderen (es decir, muevan la aguja del IPC) lo mismo que en 2004-2005 (más adelante explicamos por qué).

¿Por qué no se usan las encuestas más nuevas?

  • La de 2012-2013 se descartó en 2016 porque se hizo durante la etapa de intervención del Indec, y se consideró poco fiable.
  • La de 2017-2018 sí se hizo, pero todavía no se implementó en el índice oficial, pese a que ya pasaron varios años.

3. ¿Qué cambió de 2004-2005 a 2017-2018?

En base a la información relevada entre las ENGHO de 2004-05 y 2017-18 sabemos que  los hábitos de consumo de la población argentina se modificaron en muchos aspectos. Por ejemplo:

  • Bajó la proporción del gasto en alimentos y aumentó la de esparcimiento y turismo, producto de que entre esos años la pobreza bajó un montón y la población argentina pudo acceder a consumos no esenciales.
  • Cambió nuestra dieta: comemos menos carne vacuna pero más pollo y cerdo. También comemos más afuera que adentro del hogar, y consumimos más alimentos elaborados y procesados y menos para preparar de cero.
  • Aumentó el peso de la vivienda, producto de que la población se volvió más inquilina que antes y porque hubo una gran penetración de electrodomésticos que nos hicieron consumir más electricidad, como los aires acondicionados. Además, la energía se volvió más cara.
  • Cambió la estructura familiar: bajó la natalidad y por eso gastamos menos en pañales. Pero también tenemos más perros y gatos y por tanto gastamos más en alimentos para mascotas y veterinarias.
  • Gastamos más en transporte privado, porque entre esos años subió fuerte el parque automotor y por lo tanto subieron mucho los gastos en naftas y seguros.
  • Se redujo el gasto en tabaco porque fumamos menos.
  • Gastamos más en telefonía celular e internet, producto de la difusión de las telecomunicaciones, y empezamos a consumir cosas antes inexistentes, como Netflix y Spotify. 

Todos estos cambios muestran que la canasta de 2004-2005 se fue quedando vieja respecto de la realidad actual.

4) ¿Qué IPC usamos hoy? 

En 2016, tras la pérdida de credibilidad de 2007-15, el Indec inició un nuevo IPC, pero siguió utilizando la ENGHO de 2004-2005 como punto de partida. Eso sí, tuvo en cuenta los cambios en los precios relativos del changuito entre el año de la encuesta (2004-2005) y el año de largada del índice (2016).

Este IPC es el que usamos hoy.

5) ¿Qué quiere decir “precios relativos”?

Los precios relativos son los precios de un bien en relación con otro. Y entender cómo funcionan es clave para comprender cómo operan los IPC.

Supongamos que el changuito de la ENGHO de 2004-2005 tenía 1 kilo de arroz y 1 kilowatt de electricidad, y que ambos valían 50 pesos. El changuito costaba $100, y cada ítem representaba el 50% de ese gasto. Ahora bien, imaginemos que entre 2004-2005 y 2016 el arroz se disparó a 900 pesos y la electricidad apenas subió a 100 pesos. Los precios relativos cambiaron: en 2004-2005, 1 kilo de arroz costaba lo mismo que 1 kilowatt de electricidad. En 2016, 1 kilo de arroz equivalía al precio de 9 kilowatts de electricidad.

Así, aunque la canasta siguió teniendo “1 kilo de arroz y 1 kilowatt de electricidad”, el arroz pasó de representar el 50% del costo total del changuito al 90%, producto de que se encareció mucho más que la electricidad.

¿Qué implica esto? Que no da lo mismo una suba del 10% en el arroz cuando ya representa una porción grande del gasto (como en 2016) que cuando no pondera tanto (como en 2004-2005). En 2016, una suba del arroz mueve mucho más la aguja del IPC general. A la inversa, una suba del 10% de la electricidad en 2016 determina mucho menos el IPC que una suba de la misma magnitud en 2004-2005.

En términos simples: el IPC que empezó en 2016 siguió tomando la canasta de 2004-2005, pero actualizando el porcentaje de la incidencia de cada producto a los precios relativos de ese año. Es decir, actualizó los llamados “ponderadores”.

6) ¿Qué son los ponderadores del IPC? ¿Se actualizan todos los meses?

Los ponderadores son el porcentaje asignado a cada producto en función de su participación en el costo total del changuito. Un producto con una alta ponderación en el IPC mueve mucho la aguja del IPC (por ejemplo, la carne o la nafta) y viceversa con uno con baja ponderación (por ejemplo, el kiwi o el pomelo).

Una vez que se larga el IPC, los ponderadores se van recalculando mes a mes, teniendo en cuenta cómo varían los precios relativos. Esto es una práctica habitual en los IPC de todo el mundo, no solo de acá.

Veamos un ejemplo: supongamos que en diciembre de 2016 el arroz vale $900 y la electricidad $100. El changuito cuesta $1000, y cada producto representa el 90% y el 10% del total, respectivamente. Ahora imaginemos que en enero de 2017 la electricidad sube 200% y pasa a $300, mientras el arroz sigue en $900. El changuito ahora cuesta $1200, y la electricidad ya representa el 25% del total ($300 sobre $1200), mientras que el arroz baja su participación al 75%. Luego, en febrero de 2017 la electricidad vuelve a subir otro 200% y llega a $900, mientras que el arroz sigue sin cambios. El changuito ahora cuesta $1800, y la electricidad representa $900 del total, es decir, el 50%.

¿Qué muestra esto? Que una misma suba porcentual (200%) puede tener efectos muy distintos:

  • En la primera suba (de $100 a $300), el changuito pasa de $1000 a $1200, subiendo apenas un 20%.
  • En la segunda suba (de $300 a $900), el changuito pasa de $1200 a $1800, subiendo un 50%.

¿Por qué? Porque el precio de la electricidad ya era más alto en la segunda suba. Por lo tanto, su peso en el índice también era mayor.

7) ¿Podemos decir que el IPC actual toma el changuito de 2004-2005 y lo fue ajustando por la variación de precios relativos hasta hoy?

Exactamente. El IPC actual sigue usando la canasta de la ENGHO 2004-2005, pero con dos grandes ajustes para que refleje los cambios en los precios relativos:

  • Primer ajuste: entre 2004-2005 (año de la encuesta) y 2016 (año de largada del índice), el Indec ajustó los pesos de cada producto según cómo habían cambiado los precios relativos en ese período.
  • Segundo ajuste: desde 2016 hasta la actualidad, los ponderadores se siguen actualizando mes a mes, en función de cómo evolucionan los precios relativos.

O sea, se tuvo en cuenta toda la variación de precios relativos desde 2004-2005 hasta hoy, sin dejar nada en el camino.

El problema es otro: el changuito en sí está viejo. Ya no refleja bien qué consumimos hoy. Y es por eso que hace tiempo se viene discutiendo sobre la necesidad de actualizarlo usando la última ENGHO. 

8) ¿Cómo hubiera dado la inflación de 2024 si hubiéramos tomado la ENGHO de 2017-2018 en lugar de la de 2004-2005?

La respuesta depende de algo clave: ¿ajustamos o no los precios relativos entre el año de la encuesta (2017-2018) y el año de inicio del nuevo índice (por ejemplo, 2023)?

Lo lógico sería que sí. Pero acá entra un personaje nuevo en la historia: el FMI.

El manual del FMI sobre cómo medir inflación recomienda que no se haga ese ajuste. Como me explicó el economista Martín Gonzalez Rozada -especialista en el tema- el argumento es que si un precio sube mucho más que otro, los consumidores van a sustituir ese producto por otro más barato.

Por ejemplo, supongamos que el precio relativo de la carne vacuna sube 20% frente al pollo. Es plausible que dejemos de comprar carne para comprar pollo, lo que supondría que bajan las cantidades consumidas y por lo tanto el peso de la carne en el IPC no se dispara.

Este argumento atiende a algo razonable, que es el cambio de comportamiento de los consumidores cuando algo sube mucho. Pero el problema es que deberíamos tener encuestas de gastos mucho más frecuentes para conocer realmente cómo se mueven los hábitos de consumo. Y eso no es lo que ocurre en Argentina, donde ni siquiera implementamos una ENGHO que ya tiene 7 años.

Si tomamos la recomendación del FMI de no actualizar por precios relativos desde la última ENGHO y, dado que pasó mucho tiempo desde ésta, vamos a tener un IPC muy distorsionado. Esto se debe a que en la economía argentina los precios relativos cambiaron mucho desde 2017-2018 y el posible año de partida del IPC (2023). En 2017-2018, la energía estaba cara. En 2023, estaba muy barata. Si ignoramos ese cambio y suponemos que “nada pasó” entre esos años, ante los fuertes aumentos de precios de la energía en 2024 vamos a inflar artificialmente el peso de este rubro en el IPC y, como resultado, sobreestimar la inflación.

A todo esto hay que recordar algo: todos los IPC, una vez que se largan, sí ajustan sus ponderadores mes a mes por precios relativos. Entonces, resultaría extraño que se evite el ajuste inicial entre la encuesta y el año base, pero sí se lo haga desde ese momento en adelante.

9) No respondiste, Daniel: ¿cómo hubiera dado la inflación si hubiéramos tomado la ENGHO nueva?

Si hubiéramos hecho lo que recomienda el FMI —es decir, asumir que entre 2017-2018 y 2023 no cambiaron los precios relativos—, la inflación de 2024 habría dado 133,6%, casi 16 puntos más alta que la que reportó el INDEC (117,8%). 

Este número es el que muchos opositores están usando para relativizar la recuperación de ingresos que empezó a partir de mediados de 2024, ya que este índice más alto implicaría que el poder adquisitivo habría caído 7% adicional en 2024.

Pero no creo que ese dato sea correcto. ¿Por qué? Porque ese 133,6% sobredimensiona el peso de la electricidad y otros servicios públicos y no tiene en cuenta que en 2023 la energía estaba muy barata. 

Ahora bien, si hubiéramos tomado la ENGHO de 2017-2018 y sí hubiéramos ajustado los precios relativos desde entonces, la inflación habría sido de aproximadamente 123,9%, un poco más alta que la del INDEC, pero definitivamente no con las magnitudes que muchos vienen señalando. Esto último —ENGHO 2017-18 con ajuste de precios relativos— hubiera sido, dados los grandes cambios de precios relativos como los que ocurren acá, lo más adecuado.

Fuente: INDEC, González Rozada y estimaciones propias.

10) ¿Es cierto que el índice de pobreza bajó porque la canasta desactualizada subestima la inflación? 

El índice de pobreza no bajó por usar una canasta vieja. Bajó principalmente porque cayó la inflación, y los ingresos y la actividad empezaron a recuperarse. El efecto de la canasta desactualizada que subestima la inflación es bajo: como mucho, minimizó un punto el índice de pobreza -que bajó 15 puntos entre la primera mitad y la segunda mitad de 2024-.

Quienes dicen que bajó “mucho” por la canasta desactualizada cometen, a mi modo de ver, dos errores: 

  • Toman la inflación de 133,6% como la “verdadera” al aplicar la ENGHO de 2017-2018 sin considerar la evolución de los precios relativos entre dichos años y 2023 (y por tanto sobreestiman el peso de los servicios públicos en el IPC).
  • Sobreestiman el impacto de esa mayor inflación en la pobreza. Aun si hubiera sido de 133,6% en lugar de 117,8%, la pobreza habría sido unos 3 puntos mayor, no 5 o 10 puntos. 

11) ¿Entonces el índice de pobreza no tiene ningún sesgo?

¿Cómo se explica que el índice de pobreza haya sido 4 puntos menor que en el segundo semestre de 2023 si el consumo y los salarios todavía estaban abajo?

Todo índice (de pobreza o de cualquier otra cosa) tiene sesgos potenciales. Y es cierto que en 2023-2024 hubo sesgos que se combinaron para que el índice de pobreza bajara más de “lo real”. Pero, dentro de esos sesgos, el de la desactualización de la canasta es muy menor (como mucho, pudo haber explicado “artificialmente” 1 punto de la baja). 

Los dos sesgos más relevantes son los siguientes:

  • El desfasaje entre el mes de los ingresos y el mes de referencia de la canasta genera distorsión cuando hay alta inflación. El INDEC mide la pobreza a través de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). En esa encuesta, te pregunta por los ingresos por tu trabajo del mes anterior y lo compara con la canasta del mes actual. Cuando la inflación es muy alta, ese desfase de un mes entre cuando ves la plata y contra qué canasta se compara se vuelve muy relevante y “exagera” la cantidad de pobres. Cuando la inflación es baja, como ahora, ese desfase de un mes es poco relevante. En 2023 y principios de 2024 teníamos inflación muy alta, con lo que el índice de pobreza estaba hasta casi 8 puntos exagerado por este descalce. Es decir, el punto de partida no era tan alto en verdad. 
  • Bajó la subdeclaración de ingresos. En las encuestas de hogares, muchas personas tienden a declarar menos ingresos de lo que realmente ganan. Por ejemplo, si alguien gana 2 millones, tal vez declara solo 1. En los últimos meses de 2024, la gente subdeclaró menos, quizá porque ahora sabe mejor cuánto gana producto de la menor inflación. ¿Cómo sabemos esto? Porque se puede comprobar al comparar lo que la gente dice que gana por jubilaciones en la EPH con los datos reales de ANSES, o lo que declaran los asalariados formales frente a lo que surge de los recibos de sueldo del SIPA. La EPH muestra una variación de ingresos bastante superior a lo que sale de estas otras fuentes más precisas.

12) ¿Entonces, hoy la pobreza no es menor que en 2023? 

Corrigiendo esos dos sesgos, estimo que en el segundo semestre de 2024 la pobreza no era 4 puntos menor que en 2023, sino algunos pocos puntos mayor. A la misma conclusión llega Leopoldo Tornarolli, uno de los mayores especialistas en pobreza de Argentina y América Latina.

Pero creo que hoy, en abril de 2025, ya estamos en niveles similares o incluso un poco inferiores a los de 2023, producto de que la economía y los ingresos siguieron mejorando en comparación con la segunda mitad de 2024.

13) ¿El INDEC tiene que actualizar su IPC y su canasta básica, tomando los datos de la última ENGHO? 

Definitivamente sí.

Lo ideal sería hacer una nueva ENGHO y largar un nuevo IPC rápidamente después. Pero eso es costoso. En ese contexto, creo que lo más adecuado sería hacer lo mismo que se hizo con el índice actual: considerar todos los cambios de precios relativos entre el año de la encuesta (2017-2018) y el año en que se largue el nuevo índice.

Pero, si para cumplir con el FMI, no se hiciera ese ajuste, entonces el nuevo IPC debería comenzar en un año cuya estructura de precios relativos se parezca a la de 2017-2018. En ese sentido, 2024 es una mejor opción que 2023, porque se asemeja más en términos de precios relativos, y así se reducirían las distorsiones.

 

Fuente: Cenital - Abril 2025

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