¿Un siglo chino?
Néstor Restivo (Especial para sitio IADE-RE) | En noviembre sesionó en Lima un nuevo encuentro de APEC, el foro de cooperación económica entre países del Área Pacífico, integrado por varios de Asia y por Estados Unidos, Canadá, México, Chile y Perú por las Américas.
Entre los líderes, quizás el papel más deslucido fue el del estadounidense Barack Obama, quien a pocas horas de la derrota de su partido a manos del magnate Donald Trump y a pocas semanas de tener que abandonar la Casa Blanca, debió tolerar encendidas e inesperadas críticas a su país de otros líderes "menores", como las del primer ministro de Nueva Zelanda, John Key, o las del presidente anfitrión, Pedro Pablo Kuzcynzki, uno de los neoliberales más lúcidos y preparados de la derecha latinoamericana. Y bien antipatriota, dicho sea de paso: su discurso de apertura lo dio en inglés -él que se educó en las grandes metrópolis y es familiar de estrellas mundiales como Jean-Luc Godard o Jessica Lange- y no en el idioma de su propio pueblo, como usaría un jefe de Estado de cualquier otra nación que se precie de tal.
Como un contrapunto que dice mucho de la actualidad planetaria, el ídolo de esos días, en tanto Trump era denostado por el proteccionismo que postula, fue sorprendentemente el líder del Partido Comunista de China y presidente de su país, Xi Jinping.
¿Sorprendentemente? La República Popular China ya firmó acuerdos comerciales con más de una docena de países (en América Latina, con Chile, Perú y Costa Rica) y sigue ofreciendo o negociando varios más. SI bien se discute en estos días si los miembros de la Organización Mundial del Comercio le darán o no al gigante asiático estatus de "economía de mercado" (mercado como lo entiende el capitalismo, y en esta fase neoliberal, pese a que China lo practica hace miles de años antes de que existiera el sistema capitalista), y si bien Estados Unidos y la Unión Europea, los dos mayores jugadores económicos del mundo actual, van bajándole el pulgar, la realidad es que los chinos van desplazando al país norteamericano y al Atlántico norte en general como centro de atracción del comercio, las finanzas y las inversiones. Hoy China es el primer socio económico, integrando esas tres variables, de unos 140 países, el doble que EUA, cuando hace una década sucedía más o menos lo inverso.
Tanto por la crisis global desatada en 2008 por la especulación financiera, que entre otros problemas hundió a los europeos (el mayor mercado chino), como por su propia decisión acerca de cómo seguir con su desarrollo interno, la RPCh decidió hace varios años hacer descansar su notable e inédita (por la velocidad con la que la consiguió) fortaleza económica menos en su comercio exterior y en las inversiones externas que en la expansión de su mercado interno, de casi 1.400 millones de habitantes.
Hoy, el crecimiento de su PBI, a pesar de haber bajado de tasas en torno 9/10 a otras de 6/7 por ciento anual, se sostiene en primer lugar por el mayor consumo interno, la demanda que generan los cientos de millones de personas sacadas de la zona de pobreza y la impresionante urbanización de su territorio.
Desde que China decidió "volver al mundo" (ella sí, tras muchas décadas de autarquía, nada que ver con el patético leitmotiv macrista), trata de hacerlo intentando no levantar sospechas de ambiciones hegemónicas, con una retórica de cooperación y de resultados win-win, donde todos ganarían. Aquí los analistas se dividen entre quienes opinan, por un lado, que el discurso es falaz y la tierra de Confucio y de Mao Zedong se está convirtiendo en un nuevo Centro expoliador de las nuevas Periferias y, por el otro, quienes detectan incontables diferencias con períodos de metrópoli-colonia del pasado. Y hay también quienes opinan que aunque surgiera un nuevo centro en China, éste y su primer cordón periférico es tan gigante y con un ritmo productivo tal que generaría muchas posibilidades incluso a países lejanos.
Si Trump cumple lo que dijo en la campaña respecto de la economía mundial, los mega acuerdos comerciales, los flujos de inversiones y demás, básicamente desde una concepción de cierre económico para "reindustrializar" a su país y volver a generar empleos, lo cual no está para nada garantizado, China es vista por los líderes mundiales actuales, tanto del sector público como del sector privado, como un reaseguro de la continuidad de los negocios globales. Les importa un bledo que gobierne con mano firme un partido Comunista, y francamente no tienen mucho que decir para defender la "democracia" liberal, que en estos tiempos hace agua por varios lados.
¿El siglo XXI será el siglo de China? Por lo pronto, su gobierno ya ha expresado que si se cae el tratado comercial transpacífico, el TPP, u otros que hasta ahora impulsaba EUA, tiene alternativas de "integración" como el RCEP (Regional Comprehensive Economic Partnership) o su proyecto de Nueva Ruta de la Seda, que incluye el financiamiento del nuevo Banco Asiático de Inversiones e Infraestructura.
El rol de China en varios escenarios de la gobernanza global o regionales (en APEC, el G-20, las propias Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad, la Organización de Cooperación de Shanghai, el FMI, la OMC o los BRICS, entre otros) se está activando y seguramente tendrá una fuerza reformateadora de la economía internacional. En verdad, ya la tiene. Con desafíos y retos difíciles de abordar dadas las asimetrías que sus solas geografía y demografía plantean a sus socios, sin hablar de sus logros económicos, pero también mostrando paradigmas de los que hoy carece un Occidente en crisis.
- Néstor Restivo, Historiador (UBA) y periodista. Codirector de la revista y sitio web Dang Dai.