“Una gran transferencia a los ricos”
Pese a su relación con el titular del BCRA, Federico Sturzenegger, el economista estadounidense no ahorró críticas a lo hecho en las primeras seis semanas de gobierno macrista. Principalmente, en lo referente a las medidas aplicadas por el organismo monetario. Al día siguiente de que el gobierno dispusiera levantar las restricciones a la compra de moneda extranjera, Stiglitz se reunió con Sturzenegger, pero el contenido de la charla no trascendió. Es sabido por sus escritos que el profesor de la Universidad de Columbia es un férreo opositor a los programas de metas de inflación como el que busca aplicar el actual equipo económico. “Vayan mis condolencias a los desafortunados ciudadanos de los que lo han hecho”, fue lo que escribió en 2008 en referencia a este tipo de programas.
En su último artículo vuelve a la carga sobre este punto y remarca la situación que dejó el anterior gobierno, muy lejos de la idea de pesada herencia que asegura el macrismo. “Algunos aspectos de la situación económica de Argentina son muy deseables. No menos importante es su baja relación deuda respecto al PIB”, advierte Stiglitz. “Como resultado, el gobierno de Macri se enfrenta a una tarea mucho menos intimidante que la enfrentada por Kirchner en 2003, después de un experimento de una década con las políticas del Consenso de Washington (la desregulación financiera, la liberalización del comercio y la privatización), junto con la paridad del peso con el dólar, que terminó en desastre”, agregó en su extenso artículo. Según relata, en ese contexto “el gobierno de Kirchner aplicó políticas que condujeron a una reducción masiva del desempleo, la pobreza y la desigualdad”.
“La tarea de Macri es hacer frente a los desequilibrios externos y fiscales y reducir la inflación, sin deshacer lo que se ha logrado”, según sostiene. En sus primeras semanas, el gobierno decidió eliminar las retenciones a la exportación de granos –con excepción de la soja, que redujo el impuesto de 35 al 30 por ciento, y los controles cambiarios, lo que resultó en una devaluación de alrededor del 35 por ciento del peso frente al dólar–. “Si los mayores precios de los productos nacionales previamente sujetos a impuestos a la exportación y los precios de importación (como resultado de la devaluación) se transmiten a los consumidores, los salarios reales caerán, los trabajadores en ese caso exigirán aumentos salariales mayores, lo que terminará empujando al alza la inflación”, remarca. En este sentido, señala que si el Banco Central hace una política contractiva muy agresiva e impulsa la economía a la recesión, los pobres se verán afectados de manera desproporcionada. “Un régimen de metas de inflación hará este resultado más probable”, concluye el economista.
Página/12 - 30 de enero de 2016