Por el choripán

Imagino de ustedes tendrán que leer esta columna a las apuradas antes de arrancar para el Congreso. Eso es malo para mí porque quizá se la olviden o ni siquiera tengan tiempo de leer y no se enteren de esto. Y a la vez es bueno, porque el apuro y la felicidad del día deberían contribuir a que cualquier cosa que yo escriba, a ustedes les parezca apropiada. El asunto es que hoy el choripán nos espera una vez más. Y allá vamos.

Prohibidas para menores

A los 74 años, en Francesco Tonucci coexisten el pelo cano y las arrugas propias de su edad con la espontaneidad natural de un niño. Este pedagogo y dibujante italiano lleva décadas dedicado al estudio y la defensa de la infancia. En 1991, publicó «La ciudad de los niños», un proyecto que se aplicó en Fano, su pueblo natal, y que se ha expandido a otras 200 comunidades, en Italia, España y Latinoamérica. A grandes rasgos, lo que plantea es restituir la ciudad a los niños, quienes, debido al desarrollo tecnológico y la información con que cuentan, hoy «saben todo», pero cuya «autonomía de movimiento ha descendido, porque no tienen la experiencia de moverse, de practicar el espacio y el tiempo, de vivir la emoción de la aventura, del descubrimiento, del riesgo y del placer». Y que, por si fuera poco, viven en urbes donde «la mayor parte del espacio público está dedicado a los autos y no a las personas».

El valor agregado de Pepe

Al Pepe lo quiere todo el mundo. O sea: nadie tiene el privilegio o la desgracia del afecto universal, pero parecería que todos lo quieren. Lo quieren hasta quienes lo critican. Y lo que es todavía peor, quienes no lo quieren también dicen que lo quieren. Porque no hay nada más políticamente correcto, nada que garpe más y mejor, que quererlo al Pepe. A menor escala (o sea, a escala subplanetaria) es parecido al fenómeno del Papa Francisco: lo quieren hasta los ateos; y quienes no lo quieren hacen lo posible por disimularlo.

Cuando los analistas se ponen reflexivos dicen que eso no está bien. Como las sociedades no funcionan como un club de masoquistas, como no existe la política a favor de todos y todas, un dirigente político debería tener una cantidad estadísticamente relevante de enemigos/adversarios –o por lo menos de gente que no lo quiere–.

"El déficit habitacional no solo tiene que ver con la falta de casas, sino con el suelo, el hacinamiento, la ciudad"

Inti Alpert, de la red Tecnopolítica, publicó hace semanas un artículo en AGENCIA PACO URONDO donde se extiende sobre su proyecto para atacar el déficit habitacional que en el país alcanza al 20 % de los hogares. La urbanista Laila Robledo reflexiona sobre esa propuesta, marcando sus límites y poniendo el acento en la necesidad de regular el acceso al suelo.

Educación crítica y protagonismo cooperativo

La educación escolar tiene un papel fundamental en el proceso de transformación social. A semejanza de la política y la religión, la educación sirve para liberar o alienar; despertar protagonismo o favorecer el conformismo; propiciar en los educandos una visión crítica o legitimar el status quo, como si fuera insuperable e inmutable; promover una praxis transformadora o sacralizar el sistema de dominación.

Las cooperativas como alternativa de inclusión socio-laboral para personas privadas de su libertad y liberados

La criminalidad ha sido elemento de estudio en numerosos trabajos teóricos y empíricos desde hace décadas. Muchos especialistas indagan acerca de las variables que intervienen en la determinación de la delincuencia para poder comprenderla y de esta manera prevenirla.

Ramona Emancipada

Fue esa mirada de ojos abiertos a la realidad social sin nunca abandonar la sensibilidad y sofisticación del arte la que dejó campear a su alrededor Antonio Berni para dar vida a su Ramona Montiel, una mujer de fantasía creada con las partes de tantas mujeres que se abrían espacio como podían en el mundo del trabajo a principios de los años ’60, que empezaban a cuestionar su rol puertas adentro como alma del hogar, que buscaban la libertad tanto como el poder de decidir sobre sí mismas. Como en un relato en capítulos, las obras que construyen a Ramona la cuentan costurera, soñadora, prostituta; encandilada por las ofertas del capitalismo y soñando con los monstruos del destino trágico que la moral media le impone: ¿una víctima o alguien que decidió su destino? La muestra que reúne estas obras en el Malba –Antonio Berni, Juanito y Ramona, hasta el 23 de febrero– invita a una recorrida en compañía de la crítica Andrea Giunta para habilitar las múltiples lecturas que siguen al puro placer de detenerse frente a obras de arte capaces de tocar el alma.

“Voy a buscar a los personajes, me mezclo en lo posible, me mezclo con la gente, recojo la imagen que me hace falta. A veces tomo una copa con ellos; llevo caramelos en los bolsillos. Lo importante es no falsear: ella, Ramona Montiel, está estructurada con otros elementos que Juanito, porque es de otro ambiente; de la General Paz para el lado del centro. Puede ser de Pompeya o Villa Crespo.

El proyecto de que la tierra sea de las que la trabajan

El productor primario está borrado en la cadena de producción de alimentos. Cuanto mejor envase, más caro compran los consumidores, más invisible de dónde viene. Pero los alimentos no llegan por arte de magia a las góndolas. El proceso de producción, la concentración de esas marcas que terminan definiendo cómo come la mayor parte de la población y en qué gasta su dinero, es un tema crucial que la Granja Agroecológica La Verdecita quiere poner en discusión empezando por el principio. Este colectivo de hombres y mujeres construye no desde la utopía sino desde una práctica cotidiana la soberanía alimentaria y la posibilidad de producir y consumir "lo que deseamos, lo que creamos, lo que pensamos".