Los pueblos del mundo frente a los avances del capitalismo: Rio +20 y más allá

Los gobiernos de todo el mundo se reunirán en Río de Janeiro, Brasil del 20 al 22 de junio de 2012, para supuestamente conmemorar 20 años de la "Cumbre de la Tierra", la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, que estableció por primera vez una agenda global para el "desarrollo sostenible". Durante esa cumbre, en 1992, se adoptaron tres convenios internacionales: el Convenio sobre la Diversidad Biológica, el Convenio de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el Convenio de Lucha contra la Desertificación. Cada una de ellos prometía poner en marcha un conjunto de acciones destinadas a proteger el planeta y la vida sobre él, y contribuir a que todos los seres humanos gocemos de una vida digna.

Río+20: entre el capitalismo verde y la defensa de los bienes comunes

Como antesala de la próxima Copa del Mundo de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016, Río de Janeiro se prepara para ser sede, entre el 20 y el 22 de junio, de una nueva Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo. Pero, ¿qué está en juego en Río+20? ¿cuáles son las propuestas oficiales, las presiones corporativas y las demandas desde la sociedad civil? ¿quiénes son los actores principales, los secundarios y los ocultos? ¿quiénes tienen realmente el poder? Es necesario algo de historia para entender cómo se llega a esta nueva Cumbre de la Tierra.

Estocolmo ’72

La fiebre del crecimiento económico de postguerra, expresada en la intensificación de la industrialización y el extractivismo en la segunda mitad del siglo XX, llevaron a las naciones del norte global a experimentar fenómenos de contaminación transfronteriza que por primera vez concibieron como problemáticas necesarias de ser debatidas y enfrentadas, no de manera particular y aislada, sino como cuestiones globales, en el seno de las Naciones Unidas.

Economía verde al calor de las negociaciones del clima

La Organización de las Naciones Unidas, con su Programa para el Medio Ambiente Pnuma, está proponiendo al mundo desde hace algunos años un nuevo paradigma económico que hoy se conoce como economía verde. Desde 2009, este Programa ha evocado el famoso New Deal de los pasados años 30, promovido por el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt como salida a la crisis mundial de esos años. Si en ese momento ese New Deal buscaba responder a la famosa depresión, hoy el Green Global New Deal (en castellano, Un nuevo acuerdo verde global) pretende atender “la peor crisis financiera y económica que se haya presentado en generaciones”, como lo dice el Pnuma en el documento que anuncia ese nuevo acuerdo (Barbier, 2009).

Río+20: trampa cazabobos

A escasos días para la realización de la Conferencia Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Río+20), en la ciudad de Río de Janeiro, Brasil, lo primero que salta a la vista es el “síndrome de los hechos cumplidos”. Quienes crean que todavía es posible intervenir en la modificación de los documentos y tesis que serán “discutidos” en su seno, están totalmente equivocados. Ya todo está acordado, el documento final ya fue elaborado y durante la Conferencia, solo se oirán discursos y habrá una aprobación final. Al respecto, preocupa ignorar cual es la posición oficial de Venezuela ante el tema central del evento que consiste en el nuevo concepto de la “economía verde”. En tal sentido solo conozco la valiente “Declaración del Parlamento Latinoamericano Hacia Río+20” que fuera aprobada recientemente y por unanimidad, a solicitud del Grupo Parlamentario Venezolano que preside la Dip. Ana Elisa Osorio.

Ausencia de un relato nuevo en la Río+20

El vacío básico del documento de la ONU para la Río 20 reside en una completa ausencia de un relato o de una cosmología nuevos que pudieran garantizar la esperanza del «futuro que queremos», lema del gran encuentro. Tal como está, niega cualquier futuro prometedor.

Para sus formuladores, el futuro depende de la economía, poco importa el adjetivo que se le agregue: sostenible o verde. Especialmente la economía verde realiza el gran asalto al último reducto de la naturaleza: transformar en mercancía y poner precio a aquello que es común, natural, vital e insustituible para la vida como el agua, los suelos, la fertilidad, las selvas, los genes etcétera. Lo que pertenece a la vida es sagrado y no puede ir al mercado de los negocios. Pero está yendo, bajo este imperativo categórico: aprópiate de todo, haz comercio con todo, especialmente con la naturaleza y con sus bienes y servicios.

Declaración de Buenos Aires

América Latina es territorio en disputa. Donde los bienes comunes son codiciados y donde también la pobreza y las desigualdades se distribuyen en todo el continente.

La intención de recomponer el capitalismo global luego de la crisis, exacerba la perversidad del modelo productivo vigente, avanzando sobre los límites ambientales, profundizando una lógica de saqueo y empujando a la región para mantenerla como proveedora de materias primas o productos semielaborados profundizando una especialización que destruye la diversidad existente.

La excusa de las múltiples crisis sirve de fundamento a los gobiernos y organismos internacionales para proponer incluir, en la esfera de las mercancías, a lo que aún permanece fuera de ella: los bienes comunes – el aire, el agua, los ecosistemas – como mecanismos de salvataje de un mercado financiero que agotó otras opciones de valorización.

La centralidad del agua en la disputa global por recursos estratégicos

Las estrategias política, económica y militar de Estados Unidos en la región se desarrollan en el marco de una política de apropiación y dominio de recursos naturales considerados “vitales” para esta nación. Un objetivo central de esta estrategia de apropiación y dominio es el agua. En 1995 el entonces vice-presidente del Banco Mundial, Ismail Serageldin, observaba, en una entrevista publicada en el semanario Newsweek, que si muchas de las guerras del siglo XX fueron por petróleo, las del siglo XXI serán por agua2. Quizás esta sea una declaración poco apropiada para quien desempeñó un alto cargo de dirección de una de las instituciones más comprometidas con la privatización del agua dulce en el mundo.

El Día Mundial del Agua, 22 de marzo

Pareciera imposible que tuviéramos que dedicar “un día mundial” al agua, porque para la conciencia de la mayoría, el agua siempre ha sobrado. Otra cosa sería el agua potable de la que todavía carecen más de mil millones de personas, pero ese agua que vemos correr por los ríos, acumularse en las lagunas y que cae tan generosamente sobre el planeta cuando llueve, nos pareciera imposible que esté en peligro de extinción, como decimos de algunas especies de fauna. Otros dicen que siempre hay la misma agua en el planeta, pero que el cambio climático hace que unos años unas zonas estén de sequía y otros haya inundaciones salvajes, porque con nuestra manera de producir, vivir y consumir hemos desequilibrado el orden da la naturaleza. Sea por una cosa o por otra, el agua hay que cuidarla y mucho. De la totalidad del agua en el mundo solo el 1% es dulce.

Nuevo término para la enciclopedia de la indignación: Acaparamiento de tierras.

En tiempos de crisis, la agricultura y la alimentación se están consolidando como uno de los negocios más lucrativos… no para agricultores o consumidores sino para transnacionales e inversionistas. El motivo es sencillo: una familia puede dejar de pagar la hipoteca pero siempre tendrá que comer. Ya desde hace décadas que la cadena alimentaria (semillas, agroquímicos, distribución, etc.) estaba “oligopolizada” y en manos de unas pocas transnacionales que se están lucrando a toda costa.

Pero a principios de siglo, a raíz de la “burbuja de las punto.com”, el capital financiero empezó a moverse buscando inversiones seguras y aterrizó en el mercado de futuros (alimentación, petróleo, etc.). Si en el año 2000 los activos financieros en éste oscilaban los 5.000 millones de dólares, en 2011 treparon hasta los 450.000. Para ellos un gran negocio, ya que por ejemplo el grupo de inversión Goldman Sachs ganó más de 5.000 millones de dólares en 2009 especulando en materias primas, lo que supuso un tercio de sus beneficios netos. Pero, para el resto, una gran chanchada: Los precios de los alimentos se multiplicaron por 2,5 desde 2000, se oscila el umbral de los 1.000 millones de famélicos y en estos momentos en el Cuerno de África 12 millones de personas sufren una cruel hambruna.

¿Alguien sabe dónde encontrar otro Planeta Tierra?

Ya lo avanzaron las novelas y las películas de ciencia ficción. Repelentes extraterrestres con cuerpos desproporcionados que, gracias a un desarrollo tecnológico superior al del humano, invadían el planeta doblegando a los seres vivos con el único objetivo de expoliar los recursos y poder subsistir. La realidad, en verdad no dista tanto de la ficción, aunque los invasores no son precisamente grotescos siderales cobijados en grandes OVNI’s que viajan por constelaciones a la velocidad de la luz. De hecho, no hay ni que salir de la Tierra. Cierta élite de seres humanos, desde hace siglos invade y aplasta a otros más indefensos con el propósito “marciano” de robar sus recursos naturales y perpetuar su nivel de vida.