Ocultar a la Cumbre de CELAC con una cortina de silencio

Hay silencios que dicen mucho, que muestran la falta de respuestas y alternativas. Eso me digo después de haber seguido (desde lejos) la segunda Cumbre de los 33 países que componen la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que tuvo lugar en la Habana, Cuba, y de lo que publicaban o no publicaban los poderosos grupos de prensa en gran parte del mundo norteamericano o europeo, esos que “forman la opinión pública” mundial para confirmar cotidianamente que “no hay alternativa” al orden neoliberal, como decía Margaret Thatcher.

Que 33 países de América Latina y el Caribe hayan decidido comprometerse para que en la región "se consolide una zona de paz, en la cual las diferencias entre las naciones se resuelvan de forma pacífica, por la vía del diálogo y la negociación u otras formas de solución, y en plena consonancia con el derecho internacional", y que hayan integrado en el proyecto las reivindicaciones y agendas de los pueblos indígenas y afroamericanos, y comenzar a realmente proteger el medio ambiente, no fue noticia importante ni objeto de un serio análisis en la casi totalidad de los concentrados medios de prensa en América del Norte o de Europa.

El mismo silencio cómplice se manifestó de manera general en los poderosos monopolios mediáticos de países latinoamericanos, como oportunamente señaló la Presidenta Cristina Fernández a través de su cuenta Twitter: “Cuando habla en la segunda cumbre de la CELAC, en La Habana, junto a más de treinta Jefes y Jefas de Estado, tres reuniones bilaterales con Jefes de Estado: México, Venezuela, Uruguay, Clarín y La Nación mutis por el foro”.

En realidad, si lo vemos a partir de cierto realismo, no les quedaba otra que tratar de impedir la merecida difusión de lo que se dijo y se acordó en la Cumbre de la Habana, especialmente cuando esos monopolios mediáticos defienden las políticas de Estados Unidos (EE.UU.) y sus aliados que para imponer la tiranía de los mercados autorregulados intervienen en sangrientos conflictos creados a partir de planificadas disputas religiosas y étnicas en países del Oriente Medio y África, todos ellos con un potencial de terminar convirtiéndose en guerras regionales.

Quizás no se recuerde lo suficiente, pero una de las principales razones no invocadas de EE.UU., Francia e Inglaterra para derrocar y asesinar al Presidente libio Muammar Gaddafi fue la política que siguió, apoyada con financiamiento a partir de la Declaración de Sirtre, para fortalecer y asegurar mediante la Unión Africana y un sistema monetario propio, la unidad e independencia del Continente africano.

Todo esto también explica que en su Discurso del Estado de la Unión el Presidente Barack Obama no mencionara a la reunión de la CELAC y ni siquiera a un solo país latinoamericano o caribeño, aunque pensándolo bien eso ha sido algo bueno, porque los únicos países mencionados por Obama, de Asia Central, el Oriente Medio y África, y a Ucrania en Europa, en todos ellos hay conflictos militares o golpes de Estado en curso, y en los cuales EE.UU. y sus aliados participan activamente.

Comparemos el discurso de Obama con algunas de las conclusiones que al cierre de la Cumbre de la CELAC leyó el Presidente cubano Raúl Castro, por ejemplo “el compromiso permanente con la solución pacífica de controversias a fin de desterrar para siempre el uso y la amenaza del uso de la fuerza de la región, así como con el estricto cumplimiento de su obligación de no intervenir, directa o indirectamente, en los asuntos internos de cualquier otro Estado observar los principios de soberanía nacional, la igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos la necesidad de fomentar las relaciones de amistad y de cooperación entre sí y con otras naciones, independientemente de las diferencias existentes entre sus sistemas políticos, económicos y sociales o sus niveles de desarrollo”.

Analizando esto desde la perspectiva y la experiencia de haber cubierto en Norteamérica la última etapa de la Guerra Fría, la política contra la Revolución Cubana y toda la guerra sucia en Centroamérica, no me cabe la menor duda que si en Washington adoptaron la política de silencio debe ser, también, porque se han dado cuenta que la CELAC no es un cascaron vacío, algo que pueden destruir fácil y rápidamente con la propaganda y las falsedades de siempre, sino que se está frente a la manifestación concreta del común acuerdo de 33 gobiernos.

Gobiernos que, como fue señalado por los mismos jefes y jefas de Estado o de gobierno, en muchos casos tienen posiciones políticas muy diferentes, con algunos de esos países formando parte de tratados comerciales o de las estrategias de liberalización comercial y de inversiones promovidas por Washington, pero que en su conjunto están interesados –o no pueden dejar de estarlo- en que prosperen las iniciativas de integración y de unidad regional que fueron creadas y desarrolladas a lo largo de los últimos años para desplegar el potencial común en materia económica, social, política y cultural.

Este silencio mediático también se explica en la falta de interés en Washington en que se expongan y analicen a la luz pública los por qué del común acuerdo de los 33 países para excluir a EE.UU. y a Canadá de esta organización.

Este análisis podría revelar que la exclusión es un bien reflexionado y maduro rechazo a la tradicional prepotencia e injerencia estadounidense en los asuntos internos de nuestros países, a la política que Washington viene aplicando contra Cuba desde hace más de medio siglo, directamente y a través de la Organización de Estados Americanos (OEA), a la complicidad de EE.UU. para que el Reino Unido siga ocupando las Islas Malvinas, a las políticas de apoyar a rajatabla a las transnacionales petroleras, mineras o del agronegocio que están destruyendo el medio ambiente y las comunidades sociales en varios países, al sistema financiero que controlan y nos está estrangulando, y también –entre muchas cosas más- porque ya se abrió paso la consciencia de que los dos países excluidos no son ni pueden ser nuestros modelos y árbitros en materia de democracia, de funcionamiento político o institucional, y menos aún de las políticas sociales y económicas.

Es por todo esto y mucho más que, con todas las limitaciones que la CELAC pueda tener desde el momento en que responde a la realidad concreta, hay que leer y recomendar una atenta lectura de la Declaración de La Habana de la CELAC, y de las declaraciones e intervenciones de los jefes de Estado y de gobierno que participaron.

Montreal, Canadá

Discurso de Evo Morales

Muchas gracias, hermano Piñera presidente de Chile, saludar a todo el equipo que acompaña en esta excelente organización de dos cumbres como así a todos los hermanos presidentes.

A todos los hermanos presidentes, presidentas, vicepresidentes, cancilleres y todas las delegaciones presentes en esta cumbre de Celac.

Declaración final - II Cumbre CELAC

Reafirmando la vigencia del acervo histórico de la Comunidad, integrado, a su vez, por el acervo histórico del Grupo de Río y la Cumbre de América Latina y el Caribe sobre desarrollo e integración y por las Declaraciones, Comunicados Especiales y decisiones aprobados en la I Cumbre de la CELAC, celebrada en Santiago de Chile, los días 27 y 28 de enero de 2013; en la Cumbre Fundacional de Caracas, el 3 de diciembre de 2011; en la Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe, realizada en la Riviera Maya, Cancún, México, el 23 de febrero de 2010; en las Cumbres de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo, iniciadas en Salvador de Bahía, Brasil, los días 16 y 17 de diciembre de 2008; y en el proceso de convergencia que dio paso a la CELAC.

Bolivia: una década ganada

¡Ahora es cuándo, carajo! Este fue un grito-latido muy escuchado en Bolivia cuando el pueblo impugnaba las décadas perdidas ocasionadas por las políticas neoliberales derivadas del mayor de los Disensos, el de Washington. No sólo significó rechazo sino también la elección del momento preciso de la verdad, de mirar hacia delante, de transitar de una táctica de resistencia hacia una victoria electoral, y seguidamente, una estrategia de construcción propositiva para refundar un nuevo Estado Plurinacional.

Palabras de la Presidenta en la primera sesión plenaria de la Celac

Muchas gracias, Presidente.

En primer término, agradecer la hospitalidad suya como Presidente de la hermana República de Cuba, también la del comandante Fidel Castro y la hospitalidad de todo el pueblo cubano en la cálida recepción que nos han brindado.

Yo quiero, antes de ingresar en el tema que convoca a esta reunión de la CELAC y que es el tema de la lucha contra la pobreza, el hambre y la desigualdad, en que reparemos por un instante en la importancia y la significación que tiene esta reunión.

El “Sumak Kawsay”o el “Buen vivir” y las cesuras del desarrollo

De todos los conceptos creados desde la positividad de la economía neoliberal, el concepto de crecimiento económico como base del desarrollo social es, de hecho, uno de los que más connotaciones simbólicas y políticas posee. Es un concepto hecho a la medida de las ilusiones y utopías del neoliberalismo y del capitalismo tardío. Con la misma fuerza que el creyente cree en la epifanía de la voluntad divina, el economista neoliberal, cree en las atribuciones y virtudes mágicas que tiene el crecimiento económico. Es una especie de doximancia en la que la sola enunciación del crecimiento económico se convertiría en taumaturgo de la realidad.

¿Está América Latina lista para el fin de la bonanza?

En la última década, América Latina ha experimentado un largo periodo de bonanza económica, caracterizado por bajas tasas de interés internacionales, alta liquidez global, altos términos de intercambio y elevados precios de las materias primas.

El anuncio realizado el 22 de mayo de este año por la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, respecto a la posible reducción de sus compras de bonos en el transcurso de este año generó un cambio significativo en la percepción de los mercados financieros sobre los mercados emergentes. Esto podría traducirse en salidas sistémicas de capitales, la combinación de una baja valoración de los activos con una incipiente recuperación en Europa y Estados Unidos podría contribuir a la retirada de inversionistas en los mercados emergentes.

Alianza del Pacífico: ¿integración o dependencia?

El tablero político de América Latina se sacudió estos últimos años con la aparición de la Alianza del Pacífico, bloque regional constituido por México, Colombia, Perú y Chile. No es casual: se trata de cuatro países que tienen Tratados de Libre Comercio con EE.UU., y cuyos últimos gobiernos han sido mayormente conservadores: Peña Nieto en México, Santos en Colombia, Humala en Perú y Piñera en Chile. ¿Cuáles son sus principios organizativos? ¿Qué tipo de integración buscan estos países?

"En Latinoamérica hay una cierta primavera política que nunca había acontecido"

Enrique Dussel es mendocino pero en 1975 se exilió en México, donde vive desde entonces y continúa trabajando como docente universitario, con sus casi 79 años de edad.

Es doctor en filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y doctor en historia en La Sorbonne de París, además de doctor honoris causa en Freiburg, Suiza, en la Universidad de San Andrés de Bolivia y en la Universidad de Buenos Aires.

En el año ’69, tras el Cordobazo, toma como marco de análisis la “teoría de la dependencia” y comienza a desarrollar junto a otros intelectuales la “filosofía de la liberación”.

Antipolítica + antipartido = gobierno de los mercados

Si hay algo que puede vaciar de contenido un proyecto democrático es la combinación entre abstencionismo electoral y el rechazo de los partidos políticos. Y esto es precisamente lo que está ocurriendo en Chile a partir del triunfo de Michelle Bachelet, en un comicio en el cual quien verdaderamente arrasó fue el abstencionismo, que arañó el 59 por ciento del padrón electoral, mientras que Bachelet apenas obtuvo el apoyo de un 25 por ciento. No hace falta ser un Premio Nobel de Ciencia Política (plaga por ahora inexistente) para concluir que la democracia chilena enfrenta una grave crisis de legitimidad: la indiferencia ciudadana expresa el triunfo de la antipolítica.